COMANDO MOLLEJA. Liberación enanos de jardín.

julio 29, 2008

ESTE ES UN MENSAJE PARA LOS INTEGRANTES DEL MOVIMIENTO GLOBAL DE «LIBERACIÓN» DE ENANOS ORNAMENTALES DE JARDÍN. EN LA SEXTA NOS HA ENCANTADO VUESTRA INICIATIVA Y QUEREMOS CONOCEROS. SI A VOSOTROS OS INTERESA CONOCERNOS A NOSOTROS MÁNDADME UN EMAIL A gabo2283@hotmail.com CON VUESTRO NÚMERO DE TELÉFONO Y ME PONDRÉ EN CONTACTO CON VOSOTROS INMEDIATAMENTE….

DE AQUÍ A LA FAMA….

El diablo, los hombres y Jesucristo

enero 13, 2007

Esta vez voy a variar y no colgaré un trabajo académico sino artístico. Les advierto que puede dañar algunas sensibilidades porque el lenguaje que he utilizado es muy crudo.

Hoy me he reencontrado con la vida y me ha dicho, “salta alto, muy alto, porque es tu destino. Porque has nacido para dominar y para que te sirvan. Porque si es mezquino ser un hombre para-lo-bajo, aún lo es más ser un hombre-para-lo-alto y encogerse hasta convertirse en un ser diminuto. ¡Rompe esta sucia cáscara de pacata moralidad que te asfixia y siente el poder que de ti emana! Porque está a tu alcance -así lo ha dicho la vida- esperando a que lo agarres”.  Y así la tierra, antes muda, me hablaba,  y yo, antes sordo, escuchaba. Encerré a mi amiga en la montaña y con ella fornicaba todos los días. Me esperaba desnuda sobre el lecho y allí se consumaba el sacrificio. Así matamos todas las noches al cabrito y con su sangre regábamos nuestros ya húmedos cuerpos. Los demonios volaban en rededor y así nos restregábamos sudorosos. Pero apenas amarilleaba el día me alejaba de su lado y al monte me dirigía hasta aprender a caminar. Salté de piedra en piedra y conocí todos los caminos, mas ella nunca estaba a mi lado.  Una tarde nebulosa apareció la cautiva cerca del lago. Y me miró amorosa. Me miró suplicante. Yo sufría mientras le hablaba, pero esto le tuve que decir, “Muy bien sabes que éste no es tu sitio. Yo vivo al lado de una estrella y tú junto al fuego. Espérame allí desnuda y te hablaré de mi día. Te permitiré que me escuches y me des consejo. Podrás prepararme algo de comer y después fornicaremos. Pero ahora márchate porque tienes prohibida la entrada a este lugar.” Y me miró con ojos amorosos e intentó acercarse a mí para abrazarme. Y bien saben los pájaros, y las hojas y las ramas que aquello que yo sentía era verdadero sufrimiento. Sin embargo salí victorioso y puede decirle, “Vete ahora mujer y no me hagas recordarte que llevo el látigo a mi lado”.  Así fue cómo vencí al dolor.  

Pero la terca mujer no se dio por vencida y al día siguiente apareció desnuda en el mismo lugar. Me miró con ojos de fulana y se quiso acercar. Aquello me dolió  profundamente; más incluso que el día anterior. Pero pude vencer también a esta baja pasión y así decir “Este no es tu lugar. Pero tampoco te mereces ahora un lugar junto al fuego. Ahora eres una ramera, hija de los cerdos. Y entre ellos dormirás esta noche. Tu única almohada será el fango y en él descansarás. Porque mujer,  si tú no te respetas, “¿cómo podrán los demás hombres respetarte jamás?” Ella se puso a llorar y si alguna pena sentí desapareció para que la reemplazara la ira. Así le dije, “Cometes el pecado conscientemente y sólo cuando te reprendo te avergüenzas. No vivirás con los cerdos, sino bajo tierra, porque no eres digna de ser vista. No has nacido para lo alto. Eres un ser de inmundicia y de la oscuridad y sólo a ella debes volver”.  Cuando le dije todas aquellas cosas me obedeció tan fielmente que supe yo entonces que nunca aquella mujer me había amado tanto. Y así me avergoncé de ella aún más. Aquella hembra, animalillo entre mis manos, pisoteado, utilizado, manoseado y complaciente, marchó de mi lado cabizbaja. Yo pintaba, escribía y sabía contar. Mas ella era una simple labriega cuyo destino era la entrega; para nada más podía valer. Ahora era mi esclava y sé que por ello quedaba agradecida.  Cuando volví a la casa no tuve nadie con quien fornicar, pero ello me agradó puesto que me había deshecho de una ramera. La mujer no volvió a aparecer. Por ello sentí miedo y pensé, “tan vez haya muerto en el sótano sin nada de comer y beber y ahora la estén devorando los cerdos”. Mas conseguí sobreponerme a esta baja pasión y así salí victorioso de nuevo. Porque si ella tenía hambre o sed bien sabía que yo no le negaría un mendrugo. Su orgullo la conduciría a la muerte; y allá ella si quería morir. Yo no volvería a fornicarla puesto que se trataba de una ramera y ya de poco me servía. Poco me importaba cuál fuera su fin.  Tras algún tiempo y lleno de curiosidad me acerqué hasta ella. Rodeados de excrementos sólo vi algunos huesos. Aquello era todo lo que quedaba del bello cuerpo que en otro tiempo yo me pude gozar. Y sentí asco por haberlo tocado alguna vez. Era ya tarde y decidí acostarme. Por la noche me debió visitar algún hado malo porque llegué a sentir un remordimiento. Pero me dije, ella ha decidido permanecer allí. Su terquedad la ha matado. Y por fin pude concilia el sueño aunque me molestó haber sido importunado por aquella preocupación poco digna de mí.  

Al día siguiente pensé que pronto el cadáver putrefacto olería mal y decidí sacarlo de allí.  No quería tocarlo pero el asco del futuro hedor me obligó a ello. Pronto oí una voz. Me asusté pensando en fantasmas y otras supercherías, pero pronto me di cuenta de que aquello eran sólo bobadas irracionales. Y así me ocupé otra vez de ella. Pero el hilo de voz persistía y finalmente me di cuenta de que eran aquellos huesos los que hablaban.  -Has venido por fin. Sabía que vendrías a buscarme­- pienso que pudo decir. Aquello me conmovió profundamente, hasta lo más íntimo de mi ser. Todas mis entrañas vibraron al unísono y sentí el corazón palpitar y oí al hígado temblar. Recuerdo que me asomaba una lágrima e incluso llegué a admirar a aquella idiota ramera. Mas conseguí dominar toda aquella emoción puesto que pensé, “esta pobre tonta podía haberse escapado. Y ha preferido quedarse aquí y esperar. En verdad me demuestra así qué tipo de estúpida es.” Y sabiendo que estaba en lo cierto y que cualquiera hubiera pensado como yo, pude decirle.  -He bajado para limpiar puesto que pensaba que estabas podrida y no quería  que el nauseabundo olor llegara hasta mi habitación.                                                  La mujer no dijo nada.  

Subí aquello al salón para dejarla morir. Mas mientras comía caía alguna migaja y ella, que estaba tumbada a mis pies, comenzó a alimentarse de nuevo. Se recuperaba lentamente y la verdad es que aquello no me molestaba. Así que no encontré razón alguna para matarla.  Un día pudo volver a caminar. Pero como no tenía dientes y su piel se había marchitado, decidí que debía marcharse. Así le dije,  -Ramera estúpida y fea, ¡vete de mi casa, puesto que no quiero asustar a nadie que se acerque cuando vea algo como tú! La mujer se marchó cabizbaja y yo la odié aún más.  Reventaba de odio, se me escurría, salía por mi boca, por mis orejas, por mis ojos. Mi lengua era veneno, mis dedos garras sangrientas. Mis entrañas reventaban de asco.  

Al día siguiente salí de la casa y ella dormía en la hierba. -Maldita y sucia ramera. ¿No te he dicho que te vayas de mi casa? Mas ella nada respondió. Tomé entonces un palo y comencé a pegarle para que se fuera de allí. Sentí pena, pero pronto pensé, si termino por darle muerte no es mi responsabilidad, sino su deseo. Fácil es para ella marcharse y evitar esta tortura. Mas ella se quedó y mis golpes fueron cada vez más fuertes, cada vez con más saña. Hasta que expiró.  ¡Era mi Señor y yo su Señora y yo  todo le debía como  él todo me lo debía a mí! Le fui fiel a mi Señor, me quedé al lado de mi Señor, cumplí con mi Señor. Mi Señor eligió despreciarme. Me pegó, me insultó, me vilipendió. Mi Señor me magulló, me violó y me utilizó. No cumplió conmigo mi Señor. Mas el efecto que consiguieron sus golpes nunca lo hubieran conseguido mil sonrisas. Porque a cada golpe me hacía más fuerte, a cada insulto más grande, a cada patada más valiente. A veces me sentía tan inmensa que no sabía ya si era un gigante; y me parecía tener a mi lado al Sol y a las Estrellas…  y ellas eran mi almohada. Dormía pues entre algodones y me daban de comer los astros. Sin embargo mi Señor era cada vez más y más pequeño y sufríamos con él. Puesto que cada golpe lo humillaba, cada patada lo empequeñecía, cada insulto lo deslegitimaba. Mi Señor terminó por darme muerte cuando era ya tan insignificante que apenas podíamos verle. Le miraba desde las Estrellas y no podía más que compadecerme de mi pobre Señor.

EL ISLAM

noviembre 16, 2006

Ya está colgado el trabajo entero

 

Indice 

Introducción——————————————- p. 2 El nacimiento de una religión: el Islam—— p. 3 

              La Arabia preislámica (hasta el 622)p. 4               Mahoma—————————————– p. 8 

                   La Meca————————————- p. 8                    Mahoma antes de la Hégira———– p. 9 

                   Mahoma después de la Hégira——- p. 15 El Islam: una religión viva—————————— p. 24 

              El Islam de Mahoma————————- p. 25               La evolución del Islam primitivo———– p. 26 

              Controversia del mandato revelado—— p. 28                Los movimientos sectarios—————– p. 32 Bibliografía————————————————- p. 37

INTRODUCCIÓN 

Cuando pensamos en el Islam, inmediatamente nos vienen a la mente el terrorismo, el 11-S, al-qaeda, Bin Laden… Y es verdad que todos estos conceptos están asociados con él. Pero, no nos equivoquemos, no equivalen a él. Son derivaciones y extremismos de una doctrina religiosa que nació en el siglo VII de nuestra era, con el profeta Mahoma y que sigue viva en nuestros días.  En este trabajo pretendemos mostrar cómo nació esta religión y como evolucionó, para llegar a entender que no todo es terrorismo, violencia y fanatismo, a pesar de que esto también existió a lo largo de la historia del Islam. Recordemos, por ejemplo, el primer terrorismo islámico, que nació hace ya muchos siglos, en torno a la figura de Hassan Sabbah. Pero, también hubo grandes pensadores musulmanes que enriquecieron tanto su cultura, como la occidental, configurándola tal y como es hoy en día. Pensadores que incluyeron la cultura griega y romana en su ideología oriental y la hicieron aún más grande. 

Me impresiona del Islam que una doctrina un tanto simple, que nació del oportunismo y la conveniencia (como pretendo demostrar a lo largo de mi trabajo) haya evolucionado tanto, dando lugar a un complejísimo pensamiento teológico. Y no puedo dejar de compararla con el cristianismo. Mientras que Cristo, el fundador de esta religión, es el más grande, y nunca nadie haya podido igualarle en cuanto a pensamiento y doctrina, el Islam de Mahoma, quien lo creó de la nada, tomando elementos de aquí y de allá y variando sus ideas según la convenía en el momento, ha sido tremendamente enriquecido por sucesivos eruditos islámicos, que se interrogaron sobre la doctrina de Mahoma, intentando darle consistencia teológica y ontológica y que, sin duda alguna, sobrepasaron con mucho a su fundador.     
 

El nacimiento de una

religión: el Islam

El Islam, una de las religiones con más repercusión en la Historia de la Humanidad, nace con Mahoma en la Península Arábiga del siglo VII. Pero, ¿quién era Mahoma? Antes de adentrarnos en su vida y en la fundación de la religión musulmana, describiremos el ambiente anterior a su nacimiento para la mejor comprensión de los hechos.  La Arabia preislámica (hasta el 622) 

La Península Arábiga estuvo sumida, hasta la aparición y difusión del Islam, en un estado total de anarquía y de desorden.  A pesar de que sus propios habitantes le habían puesto un nombre, Djazirat al-Arab, o la Isla de los árabes, nunca había estado unificada bajo una dirección común. Además, el grado de civilización que había alcanzado era bastante mediocre, si exceptuamos el de su extremo meridional, lo que se llamó la Arabia Feliz o algunos reinos como el de Nabatea o Palmira. El ámbito de la península arábiga era todo menos homogéneo. Por una parte, un mundo comercial bastante desarrollado, de caravanas y núcleos urbanos. Y, por otro, los beduinos nómadas, un tanto incivilizados.  Dentro de este mundo de cierto desarrollo, de núcleos urbanos y caravanas, se incluye la Arabia Feliz o Arabia Felix, como la bautizaron los geógrafos romanos de aquella época. Este territorio era mucho menos hostil que el resto. Poseía altas cadenas montañosas bañadas por el mar Rojo y el océano Índico y gozaba de las ventajas de un clima monzónico bastante húmedo que permitió el nacimiento de la agricultura. Fue aquí, en los altos valles del Yemen y del Hadramaut, donde florecieron ricos reinos sedentarios, que alcanzaron un grado de desarrollo relativamente avanzado. Vivieron de la exportación de sus cosechas de mirra, incienso, especias y plantas aromáticas, así como del comercio con la India y el mundo mediterráneo. Su fama fue conocida por muchos pueblos, entre ellos el romano y griego, y prueba de ello son las palabras de Herodoto, que conocía sus famosos perfumes, de los que dijo que se esparcen como un olor divino[1]. También Horacio habló las especias de estas tierras en su Thesauris Arabicis. Era, por lo tanto, una zona que suscitó gran interés y que, gracias al comercio y a sus exportaciones, pudo abrirse a otros mundos más desarrollados, que influyeron, sin ninguna duda, en el suyo propio.  

Destaquemos los reinos más ricos e importantes:  Mineo. Es uno de estos primeros reinos. Data, por lo menos, del siglo IX a. C[2].

Saba.[3] Quizá idéntico al Saba bíblico, cuya reina mantuvo contactos con el rey Salomón.[4] Es posible que este reino existiera ya desde el siglo X a.C. Mantuvo vínculos comerciales con las cercanas costas de África y puede que también con tierras más lejanas. Parece ser que los habitantes de este reino colonizaron África y fundaron el reino de Abisinia, nombre que procede de Habashat, un pueblo árabe del suroeste peninsular[5]. De hecho, aún hoy en día el nombre árabe para Etiopía es Habash[6]. Himyarita. Hacia finales del siglo V d. C. Saba era ya un reino decadente. Fuentes musulmanas y cristianas sugieren que había caído en manos de los himyaríes[7], otro pueblo árabe del sur. El reino de Saba finalizó con una invasión etíope apoyada por lo cristianos del lugar; pero, este dominio etíope fue efímero, ya que en 575 d. C. una invasión persa convirtió el Estado en una satrapía. Sin embargo, éste tampoco fue duradero y, cuando llegaron los musulmanes, ya poco quedaba de él. 

Pero, además de estos focos de civilización en la zona más meridional de la Península Arábiga, encontramos otras zonas de gran desarrollo, como Nabatea o el reino de Palmira.  Nabatea. Situado al norte de la península,  nació en las fronteras del Imperio romano y se convirtió en su estado satélite. De hecho, el rey de los nabateos era cliente del emperador romano. La población estaba compuesta por árabes beduinos romanizados que dieron lugar a una civilización clásica romano-árabe.  

Palmira. Situado también en el norte de la península, nació en el desierto sirio, en la ruta caravanera entre Damasco y la Persia sasánida. Esta ciudad fue incorporada al Imperio por Trajano, aunque sus príncipes indígenas conservaban una importante influencia. Su vida activa y próspera se debía al control del comercio oriental. Durante la anarquía del siglo III, esta ciudad romana habitada por árabes, se convirtió en un reino independiente en el que destacó la reina histórica, aunque también legendaria, Zenobia. Pero la verdadera importancia de estos reinos para el tema que nos ocupa, el nacimiento del Islam, no se debe a su riqueza y prosperidad, sino a las posibilidades de apertura a otros mundos y culturas (judía, cristiana[8], romana…) que aportaron a la península arábiga y que influirían en la suya propia configurando, el mundo en el nació el profeta Mahoma.  

Todos estos focos de cultura fueron desapareciendo, y en el siglo VI los nómadas que les rodeaban, y que consiguieron la preeminencia por la fuerza de las armas, habían suplantado su comercio, el tiempo que las instalaciones agrícolas más perfeccionadas eran destruidas. Este período de decadencia se acentuó por las dificultades económicas del Próximo Oriente, en una época de confrontación entre dos importantes imperios, el bizantino y el de los persas sasánidas. Los Estados fronterizos del norte, florecientes y prósperos en otra época, cayeron directamente bajo dominio imperial, o bien pasaron a anarquía nómada. Las ciudades fueron desapareciendo, y el nomadismo se extendió por la península. La herencia que legarían al Islam todas estas ciudades ricas y prósperas, se apoyaba más en las tradiciones literarias orales, que se habían incorporado al mundo al patrimonio cultural de los árabes del norte y centro de la península, que en una influencia material desaparecida, que, además, fue condenada por el Corán[9], por haber sido expresión del orgullo del mundo pagano.[10] El tribalismo beduino caracterizaría a la población de Arabia central y del Norte en esta época de declive y anarquía. La unidad social era el grupo, nunca el individuo, que sólo posee derechos y obligaciones en tanto en cuanto es miembro de su grupo. Este grupo se mantiene unido por la necesidad de defensa contra las penalidades y los peligros de la vida en el desierto. De ahí la poca importancia del concepto individuo. Porque, pensemos, ¿cómo puede un individuo sobrevivir sin ayuda en un mundo hostil, árido, sin casi vegetación? Sólo mediante la unión, la agrupación[11].  

La organización política no estaba muy desarrollada en la tribu. A la cabeza nos encontramos con el sayyid o jeque, líder elegido por los ancianos de la tribu de entre los miembros de una sola familia, una especia de casa de jeques, conocida como Ahl al-bayt, la gente de la casa. Este líder casi nunca sobresalía por encima del resto. Ni podía imponer castigos, ni obligaciones. Representaba más bien el papel de juez, de árbitro, que el de gobernador.  La vida de la tribu se regulaba mediante la sunna, la tradición de los antiguos. La sunna era la tradición, que recibía su autoridad de la veneración de los antepasados y su única sanción en la autoridad pública. El mayis tribal, un consejo de ancianos formado por las cabezas de las familias y representantes de los clanes dentro de la tribu, era su símbolo externo y su único instrumento. Las relaciones entre clanes se regían por la venganza de la sangre, la vendetta, por la cual los parientes de un hombre asesinado tenían lo obligación de vengarse del asesino o de algunos de los miembros de su tribu. Aunque a veces, esta venganza, en vez de con sangre, podía saldarse con ovejas, comida… Como vemos, este mundo se caracteriza por la crueldad, la brutalidad y las venganzas, que nos dan idea del poco desarrollo de estas tribus. 

En cuanto a la religión, practicaban un politeísmo poco evolucionado, un polidemonismo vinculado al paganismo de los antiguos semitas. Creían, de forma difusa y desorganizada, en una serie de dioses y demonios o yins, que eran capaces de alterar el curso de la natural. Existían divinidades locales o tribales poco individualizadas, y, a menudo de carácter astral, que residían en árboles, fuentes y en especial en piedras sagradas llamadas betilos. Los tres dioses más importantes eran Manat, diosa de la fertilidad, Uzzá y Allât, diosa del cielo. Estos tres estaban subordinados a una deidad superior, Alláh, el Dios, reconocido en el siglo VII como Señor del templo (la Ka`aba de La Meca). Sin embargo, en el siglo IV, entre los seminómadas de la estepa siria, este dios dejó de tener primacía frente a las otras divinidades. Se piensa que sólo bajo las influencias de creencias extranjeras comenzó a ocupar el primer lugar. Los ritos que se practicaban consistían en deambular alrededor de piedras y objetos sagrados, como la piedra negra, conservada en la Ka`aba, que era, ya antes del Islam, un importante centro de peregrinación, mientras que los nómadas trasportaban en procesión betilos protectores. En sus migraciones, llevaban sus dioses consigo en una tienda roja, una especie de Arca de la Alianza, que les acompañaba en las batallas. Dios y el culto eran importantes en tanto en cuanto representaban el único elemento de identidad tribal y expresión ideológica del sentido de unidad y cohesión de la tribu. La conformidad con el culto tribal significaba la lealtad política, mientras que el rechazo se consideraba como traición[12]. Por lo tanto, aquí vemos la religión más que como una forma de unión, que como una forma de relacionarse con la trascendencia. 

Antes de adentrarnos en Mahoma, hagamos un pequeño repaso de las religiones conocidas y practicadas en la península arábiga, inmediatamente anteriores a que éste llegar al mundo.  Judaísmo. Encontramos judíos en Jaibar, Yatrib y más al sur, en Najran. En la Meca, por ejemplo, los judíos contaban ya con comunidades organizadas. 

Mazdeísmo. Como ya dijimos, el reino satélite de Persia, el de los lajmíes, se había convertido a la religión de Zaratustra. Politeísmo poco evolucionado. El de las tribus de beduinas.  

Religiones greco-romanas. Se habían introducido por las relaciones comerciales que habían mantenido con diversos focos de la península arábiga. Recordemos, además, que algunos de estos focos habían sido estados satélites del Imperio romano. De hecho, se han encontrado templos romanos los territorios que ocupaban. Cristianismo. Hay diversos núcleos cristianos. En la Meca, a diferencia de los judíos, organizados en comunidades, estaban dispersos y aún sin jerarquía, formados casi en exclusiva por esclavos abisinios y artesanos, todos ellos gentes de pocos recursos. Aunque, sin embargo, a veces pasaban mercaderes cristianos de Al- Hira, seguramente mejor informados de su religión[13]. Otros núcleos cristianos los encontramos en el Yemen y en el reino de los gasamíes. Estos eran monofisitas o nestorianos, es decir, que negaban que la Virgen María fuera la madre de Dios y diferenciaban entre Jesús hombre y Jesús Dios.  

Hanifa[14]. Los hanifa practicaban el judaísmo mosaico, aunque con ciertos elementos cristianos. Eran una especia de eremitas del desierto, que vivían en cuevas, en una zona cercana a la Meca, que decían practicar la verdadera religión de Abraham[15].  

Mahoma  Mahoma nació en La Meca en el siglo VI. Pero, antes de comenzar a hablar sobre él, nos centraremos en La Meca, para darnos cuenta de cómo el ambiente en el que nació el profeta pudo influir en sus ideas y su consiguiente predicación, llegando a fundar una religión que, hoy en día, se ha extendido por el mundo entero. 

LA MECA La historia sobre los orígenes de esta ciudad está rodeada de confusiones. Se ha sugerido que se puede identificar con la Macoraba de la que ya habló el geógrafo griego Tolomeo. Si esto es así, puede que se fundara como parada de las especias del sur de Arabia hacia el Norte[16].  

Antes al nacimiento del Islam, una tribu árabe del norte de Quraishi, ocupó este territorio, desarrollando con rapidez una importante comunidad comercial. Los mercaderes de Quraishi mantuvieron relaciones comerciales con autoridades fronterizas bizantinas, etíopes y persas. Dos veces al año despachaban grandes caravanas al norte y al sur. Éstas eran empresas cooperativas organizadas por grupos de mercaderes asociados en La Meca. También enviaban caravanas más pequeñas en otras épocas del año y existen indicios que la relacionan comercialmente con África. Además, cerca de la ciudad se celebraban ferias, como por ejemplo la famosa feria de Ukaz. Éstas fueron rápidamente asimiladas a la vida económica de la ciudad y contribuyeron a extender su fama por toda la península. En cuanto a la población, podemos distinguir dos grupos fundamentales. Los coraichitas del Interior  y los coraichitas del Exterior. Los primeros, el elemento central y dominante, estaban formados por una aristocracia comercial de caravaneros y hombres de negocios, los contratistas y verdaderos amos del comercio del tránsito. Los segundos estaban formados por una serie de mercaderes, aunque en menor número, de asentamiento más reciente y de situación más humilde. Y además, de estos dos grupos, un proletariado de extranjeros y beduinos. Ya fuera de la Meca, los árabes de Quraishi, las tribus beduinas dependientes[17].   

El prestigio que pronto alcanzó por su gran importancia y preeminencia comercial dio fama al santuario que custodiaban, que era muy visitado y respetado por toda la población. Bajo su patronazgo, el templo cúbico de la Ka`aba y los ídolos que albergaba, eran objeto de los ritos reverenciales de estación y circunvolución, así como de sacrificios, tan habituales para los semitas. Cada año tenían lugar una serie de ceremonias en la estación del peregrinaje, que era a la vez una gran feria, a la que acudían extranjeros.  Así, podemos afirmar que La Meca, un lugar de semisedentarización donde la tradicional vida nómada del beduino chocaba con nuevos valores sociales que estaban siendo promovidos por los dueños de los negocios, protagonizó el conflicto moral en el que pronto se vio el humanismo tribal[18].  

Esto nos facilita la comprensión de porque el mensaje de Mahoma caló tan profundamente en este lugar. La Meca abrió el camino a la llamada de un hombre apasionado, afectado, ciertamente, por la agitación religiosa que se manifestaba en torno a él y que correspondía sin duda a uno de los aspectos fundamentales de Arabia en dicha época, pero sensible sobre todo a las dificultades de orden material y moral que encontraban sus contemporáneos en una sociedad en plena transformación. La predicación del Islam habría constituido la respuesta a un clima de inquietud que explicaría en parte el notable éxito a largo plazo[19]. 

MAHOMA ANTES DE LA HÉGIRA                  La Hégira (622 d. C.) es el momento en que Mahoma partió para Yatrib, considerada unánimemente por los musulmanes como el comienzo de la era islámica. Pero ¿qué ocurre con Mahoma antes de esta fecha? La verdad es que los datos sobre la vida de Mahoma anteriores a la Hégira son escasos y no todos verificables. De hecho, a medida que los estudios modernos han progresado, han ido menguando los conocimientos que teníamos sobre la vida del profeta, al ponerse en duda muchos de los datos que nos daba la tradición musulmana.  

Las principales fuentes que tenemos sobre la vida del profeta son sus biografías, Sira, el relato tradicional de los musulmanes sobre la vida del Profeta. Pero, por su carácter anecdótico, no tienen más que un valor histórico relativo[20].  Al parecer, el profeta nació sobre 1570 o 1580 en el seno del clan de los Banu-Hashim, una acreditada familia de coraichitas. La Sìra nos cuenta que Mahoma era huérfano y fue educado por su abuelo Abd al-Muttalib y más tarde por su tío Abu Talib. Aunque pertenecía a una tribu muy importante, la Coraich, era bastante pobre y a los veinticinco años se puso a trabajar para una rica viuda llamada Jadicha varios años mayor que él. Adquirió riqueza y posición al casarse con ella[21] y, mientras fue su esposo, se mantuvo alejado de otras mujeres. Sin embargo, cuando su mujer murió, poco antes de la Hégira, terminó casado con nueve mujeres. En cuanto a su ocupación, es probable que se dedicase al comercio. Ello lo deducimos de el frecuente empleo de metáforas y giros relativos a esta actividad en el Corán[22] y también porque La Meca era una ciudad comercial por excelencia.      Los datos en cuanto a sus antecedentes espirituales tampoco están muy claros. Según la sira, conocía a judíos y cristianos[23] y el Corán está claramente vinculado con las escrituras bíblicas y cristianas. El monoteísmo, la revelación y algunas figuras e incidentes concretos, dan fe de ello. Hay una doble explicación para las coincidencias y diferencias entre estos textos. Los musulmanes, por su parte, creen que se deben a que el Corán y las revelaciones previas tienen una fuente divina común y que las diferencias entre ellas estriban en que los que custodiaron las revelaciones previas eran indignos de confianzas. Para los estudiosos modernos, sin embargo, las diferencias se deberían a que el conocimiento bíblico de los primeros musulmanes fue adquirido de forma indirecta, tal vez a través de viajeros judíos y cristianos, cuya información estaba deformada por influencias midrásicas y apócrifas[24].  

Tampoco tenemos demasiados detalles en cuanto a las circunstancias que rodearon su vocación.  Sabemos que para Mahoma las verdades divinas que a él le fueron reveladas procedían de un libro divino guardado en el cielo al que sólo llegaban a conocer los puros.[25] El no llegó a conocerlo directamente, pero la recitaron algunos fragmentos traducidos a la  pura lengua árabe[26] Estos fragmentos que se le revelaron, sólo representan una fracción del original.[27]  Dios se lo comunicaba a trozos[28] por medio del Espíritu[29] o de los ángeles[30] Sólo en una leyenda mediní se especifica claramente que es Gabriel el encargado de la transmisión[31] Esta revelación casi nunca va acompañada de visiones, pero cuando así ocurre, como en el caso de la isrá[32]  éstas de por sí constituyen un milagro. Entonces, lo sustantivo no es lo oído, sino lo visto.[33] 

En el 610 d. C. Mahoma comenzó a predicar en La Meca las revelaciones que le habían sido comunicadas[34]. En un principio no deseaba crear una religión, sino ser el profeta árabe por excelencia[35]. Su único propósito consistía en llamar la atención de sus conciudadanos hacia el monoteísmo cantando las maravillas de la creación del hombre: sólo hay que pedir perdón a Dios por los pecados  y recitar frecuentes letanías de inspiración hispanohebrea[36] se debe evitar el engaño, llevar una vida casta y no matar a las niñas recién nacidas. Mediante las  revelaciones  que ha recibido en forma de lecturas quiere ser un amonestador[37] que vuelva a conducir a la grey humana  a la pureza de la primitiva religión, encarnada por el hombre piadoso muslim o musulmán[38] En este sentido su misión es ecuménica y, como tal, deben reconocerla judíos y cristianos.[39] 

Mahoma se presentó como mensajero que anuncia la llegada del Juicio Final. Durante éste, el Dios único y justiciero recompensará a los hombres de acuerdo con sus actos. Pretendía inspirar a sus contemporáneos el temor de Dios, despertándolos de su despreocupación. Proclama que la finalidad de esta vida no es enriquecerse, sino someterse a Dios y obedecer sus mandatos: orar y dar limosna. El anuncio del Juicio Final se presenta ante los árabes paganos como una gran novedad, a pesar de que podemos encontrar temas en su predicación que recuerdan las creencias de los cristianos orientales, también dominados por el temor a Dios[40]. Sin embargo, Mahoma se diferencia desde un principio con los cristianos por su concepción de la vida futura. No hay ninguna noción acerca de la inmortalidad del alma[41], que para él no sería más que un soplo de vida: después de la muerte el hombre quedaría sumido en la inconsciencia, hasta que resucitara el día del Juicio. De todas formas, este día parecería seguir inmediatamente a la muerte.  

Las azoras (los capítulos del Corán) se caracterizan por su brevedad, por su estilo lleno de imágenes, a veces poético y a veces oratorio, por la frecuencia de juramentos y de abjuraciones. Su forma externa recuerda el estilo de los adivinos paganos, aunque Mahoma siempre se negó a formar parte de este grupo. También los versículos del Corán se escapan frecuentemente a las exigencias de la rima, cuando el sentido lo requiere. Hay todo tipo de versículos: desde algunos encendidos, que llaman a los Hombres a abrir los ojos y pensar en el Juicio, hasta otros, muchos más tranquilos y de tono oratorio: historia de profetas anteriores, mostrando los terribles castigos que tuvieron que soportar aquello que no quisieron escuchar a estos Enviados de Dios.  En un principio no tuvo mucha confianza en su misión, pero Jadicha, su mujer, le apoyó y éste comenzó a trasmitir a los mequíes las llamadas que recibía con frecuencia. Mientras le hablaba el Espíritu, se le veía envuelto en su manto, en éxtasis, dando la impresión de ser víctima de un ataque de nervios.[42] Sin embargo, no encontró demasiados adeptos. La primera en convertirse fue su mujer Jadicha, seguida de su primo Ali, hijo de Abu Talib y su hijo adoptivo Zaid. Aparte de éstos, la mayoría de los adeptos que se le unieron eran de clase humilde, más fáciles de impresionar. Las clases aristocráticas, sin embargo, negaron el nuevo Credo, ya que temían que supusiera el fin de las peregrinaciones a la Meca[43]. Además, el que Mahoma no perteneciera a ninguna familia dominante era una gran objeción para que sus predicaciones fueran aceptadas por los miembros de éstas. 

El celo de Mahoma se exacerbó y, al tiempo que procuraba asegurar a los magnates de la Meca que las prebendas de las que gozaban continuaría[44] iniciaba sus arremetidas contra la idolatría. Hasta entonces se había contentado con exhortaciones morales y evocaciones escatológicas. Pero es ahora cuando afirma con más fuerza el principio monoteísta, atacando a los dioses paganos y,  por lo tanto, a la religión de los antiguos. Con esto provocó que los incrédulos, viéndose amenazados, comenzasen a atacar a los musulmanes, intentando impedir sus rezos con continuas amenazas[45] posiblemente, en algunos casos, llegaron hasta la lapidación.          La situación fue de mal en peor, hasta el punto de que algunos musulmanes prefirieron abandonar su patria antes que renunciar a su fe y emigraron a Abisinia, país cristiano, monoteísta, que los acogió sin problemas. Sin embargo, Mahoma no dejó de ver en los emigrados a unos cobardes que no estaban dispuestos a luchar por su fe, cierta indignidad de aquellos de quienes no están seguros de tener la verdad. De ahí que, cuando años más tarde se reunieran en Mediano, éste los recibiese con frialdad.  Mahoma, ante tanta resistencia, acabó por conceder a los ídolos, al-Lat y Manat, cierta intercesión que podía ser eficaz contra el Dios único. Pero pronto se dio cuenta de que había caído en las garras de Satanás y nunca jamás se alejó del dogma de la unidad divina más extremada. Así lo vemos en la azora VI, cuando habla de la omnisciencia y omnipotencia divinas[46]. Durante este período largo y duro, atravesó momentos muy graves, hasta el punto de casi es asesinado. Sin embargo, la estructura clánica le protegía. Su tío Abu Talib, quien dirigió el clan hachemí, al cual pertenecía Mahoma, aunque pagano, sentía como buen árabe un vínculo de consanguinidad, que le salvó la vida a Mahoma.  

Pero aún habría de llegar lo peor. El desaliento se apoderó definitivamente de Mahoma con la muerte de Abu Talib y la de su mujer, Jadicha. Pero entones tuvo una visión del viaje nocturno[47], que le reanimó. ¿A dónde fue? Schrieke y Horovitz creen que el oratorio más alejado es el de los ángeles, pues está situado en el cielo, lo cual excluiría las afirmaciones en otros lugares. La tradición, casi unánimemente, cree que se trata de Jerusalén, y Stern, muy recientemente, ha expuesto su opinión de que la aleya en cuestión hace referencia a la posterior emigración a Medina[48].  Es en este último momento antes de su partida a Medina, cuando empiezan sus ataques a los dogmas cristológicos.[49] Y también de este momento es la conversión de Umar, el futuro califa.  

Mahoma abandonado por todos, sin recursos, intentó propagar la buena nueva en Taif, importante ciudad en las inmediaciones de la Meca. Sus esfuerzos resultaron un nuevo fracaso y Mahoma se dio cuenta de que su obra resultaba inútil. Es entonces cuando entra en contacto con los habitantes de Yatrib; éstos le propusieron que actuara como árbitro supremo de dos tribus, la de Aws y Jazrach, enfrentadas por viejas rivalidades que, años antes, habían conducido a la guerra de Buat. Además, Mahoma, con su religión monoteísta, representaba un lazo de unión con las tribus judías de los Banu Qurayza, Qaynuqa y Nadir que allí habitaban. Parecía que Mahoma era la persona adecuada para armonizar los intereses contrapuestos y condujera la ciudad y a sus habitantes a mejor puerto. El Profeta, en la situación que se encontraba, no tuvo inconveniente alguno para aceptar tal proposición. Es en este momento cuando la doctrina de Mahoma se tiñe de un cierto matiz político, que ya siempre llevará consigo. Así, se crea una entre éste y las tribus de Yatrib, las cuales se comprometen a obedecerle y a renunciar a la idolatría (pacto de al-`Aqaba).  Tras esto, pequeños grupos de musulmanes coraixíes empezaron a emigrar hacia Yatrib, que pasaría a llamarse Medina[50]. Sin embargo, Mahoma, Abu Bakr y Alí, permanecieron en La Meca hasta el último momento, para evitar levantar suspicacias en los ánimos de sus conciudadanos, y facilitar así la marcha de sus seguidores. Mahoma, que acabó siendo un rehén[51] consiguió escapar de las manos de sus carceleros en el último momento. Esta huida de la Meca, conocida con el nombre de hégira, tuvo lugar el 16 de julio del 622. Llegará a Medina el 24 de septiembre, el 12 rabí del año 1, la fecha que marca el comienzo de la era islámica.  

MAHOMA DESPUÉS DE LA HÉGIRA  

      Una vez en Medina, la población se dividió en dos bandos. Aquellos que aceptaron sinceramente a Mahoma comió, jefe (los ansar, defensores[52]) y un influyente grupo de medineses, dirigido por el jazrachí Abd Allah b. Ulbayy, quien aceptó a regañadientes al nuevo señor. Estos serían los  de munafiqún, los hipócritas.  Además de éstos nos encontramos con los judíos, despectivos con Mahoma, a pesar de que éste había intentado cierto acercamiento. Mahoma quiso ganárselos, ya que consideraba que su religión era la más próxima a la que él predicaba. Así, adoptó algunas de sus fórmulas culturales: prescribió el ayuno asurá del 10 de Muharraq, que debió corresponderse con el judío de yom kippur, implantó la oración del mediodía[53] y las purificaciones que le preceden[54], e incluso estableció la alquibla en la dirección de Jerusalén. Pero todas estas condiciones no tuvieron las consecuencias esperadas, ya que los neófitos de origen judíos fueron escasos. Además, los ataques constantes de los judíos, quienes le trataban con desprecio y burla y la incesante polémica en torno a la Biblia, libro considerado sagrado por ambas religiones, en la que Mahoma se llevó la peor parte, hicieron que éste rompiera definitivamente con ellos y opusiese la religión de Allah al judaísmo mosaico. Es ahora cuando toma la medida de cambiar el punto hacia el que miran los creyentes en el momento de la oración: de Jerusalén a la Meca[55], ya que es ésta la ciudad sagrada a la que se debe peregrinar[56]. Tuvo también lugar la reforma del calendario, que hizo depender el cómputo musulmán del mes sinódico lunar[57]. Además de todo esto, Mahoma se encargó de vincular su religión con la de Abraham, quien, habiendo vivido antes de la Ley mosaica, no era judío ni cristiano.  Es interesante también como respondió a los reproches que le hacían los judíos por los pocos conocimientos de que hacía gala cuando se trataba de la Biblia. Mahoma, con su especial concepción de la técnica de la revelación, contestaba afirmando que ellos sólo habían recibido una parte del Libro[58] y algunas leyes contingentes a semejanza de San Justino II o de Liebermann, les acusaba de haber suprimido fragmentos de su escritura[59] y haber añadido otros; además, decía que, al recitar, alteraban la buena dicción[60] premeditadamente. Sin embargo, los judíos contaban con importantes ayudas: tenían el apoyo de las tribus de las inmediaciones, fuertemente judaizadas y el de sus correligionarios en la floreciente ciudad de Jaybar.  

Por otro lado tenemos a los cristianos, poco numerosos, sin fuerza, que se alejaban cada vez más de la nueva religión por motivos dogmáticos y los ataques cristológicos de los que era víctima. Además, y aunque Mahoma los apreciaba más que a los judíos[61], no tenían demasiada influencia.  Mahoma termina por desvincular completamente su religión con la de los pueblos de las Escrituras, cuya revelación, que tiene la misma fuente que el Corán, es incompleta y está deformada. Procura restaurar la religión de Abraham, ni idólatra, ni judío, ni cristiano; él y su hijo Ismael fueron los fundadores del santuario  de La Meca que debe ser purificado para que los musulmanes puedan cumplir en él los ritos de la peregrinación. Además, en este momento, con plena conciencia en su misión ecuménica, y en pos de la realización de sus fines, pone todo su empeño en reafirmar los elementos típicamente árabes a los que sólo había aludido. Además del cambio de la alquibla, de la que ya hablamos, elige el viernes como el día de la oración en común, aunque no hay obligación de descansar, puesto que Dios no tuvo necesidad de hacerlo una vez terminada la creación[62]. Y ya rompiendo del todo con los judíos, sustituye la asura por el ayuno de ramadán[63], cuyo origen tal vez se encuentre en los ritos maniqueos.  

Ahora podemos apreciar una serie de cambios, que se reflejan tanto en la biografía narrativa del mismo Mahoma, que se vuelve menos mítica y adquiere un carácter más histórico, y como el Corán, que pasa de la teología a la legislación[64]. En la Meca Mahoma es retratado como un ciudadano privado, en Medina como el magistrado en jefe de una comunidad. Ahora gobierna en lugar de limitarse a la oposición más o menos pasivo del orden existente en la Meca, y practica su religión, en vez de contentarse con predicarla, como hacía en la Meca.  Mahoma nos muestra ahora su carácter más político. Se pone de manifiesto aspectos de su personalidad enteramente distintos. Vemos ahora en él un hombre enérgico y autoritario, incluso cruel en sus condenas, que deseaba la ruina de los miembros de su antigua tribu, una especia de venganza, para llevarlos al arrepentimiento, al tiempo que afirmar su poder y autoridad sobre el oasis medinés, de donde expulsó, e incluso eliminó, a los clanes o individuos rebeldes.  

En cuanto a este aspecto político de Mahoma, es preciso mencionar la creación de la comunidad medinesa, la umma, que sería la primera comunidad islámica. Mahoma, que comprendió que sus doctrinas religiosas, su verdadero fin, precisaban de un cuerpo político, convirtió, con hábil diplomacia, su poder político en autoridad religiosa. La comunidad que creó era la extensión de la ciudad preislámica con algunos cambios vitales y marcó el primer paso hacia la primera autocracia islámica. La comunidad rompía con los marcos tribales, formando una nueva forma de solidaridad, aunque el profeta se rodeara de un consejo de notables que se inspiraba en la práctica política de las tribus, del que iban a salir sus sucesores.  Comparemos ahora la umma, la nueva organización social, con la estructura tribal, la organización social de la época preislámica, para poder entender la importancia que tuvo en el mundo árabe. La sangre, el vínculo social de la tribu, es sustituida por la fe. La venganza de sangre se suprime, y se consigue una mayor unidad interior, por arbitraje. Es también importante y significativo el cambio que se produce en la autoridad. Mientras que en la tribu ésta era condicional y consensual, concedida de mala gana por los miembros de la tribu, y siempre revocable, ahora, encarnada en la figura de Mahoma, se convierte en una prerrogativa religiosa absoluta e imposible de contradecir, ya que, la fuente de ésta no es la opinión pública, sino el mismo Dios, quien se la había confiado a Mahoma como su profeta elegido.  

Podemos hablar de esta comunidad religiosa como una teocracia. Ya que, además de ser un organismo político, una nueva tribu con Mahoma como jeque y cuyos miembros eran musulmanes, poseía un significado último básicamente religioso. Los objetivos políticos y religiosos no se podrán separar en la mente de Mahoma o en la de sus contemporáneos. Este dualismo será, a partir de ahora, inherente a la sociedad islámica, de la cual, precisamente la umma es el germen. Por la tanto, la umma, que es el Estado, es una comunidad en la que se fusiona lo espiritual con lo social, lo económico… Es, en este aspecto, totalmente contrario al cristianismo[65]. Mientras que en este último Iglesia y Estado van por separado, en el Islam Iglesia y Estado se mezclan y confunden. Aparece ahora también el carácter más guerrero de Mahoma. Se revela como un hábil general capaz de organizar fructíferas razzias seguidas de operaciones defensivas e incansablemente proseguidas hasta rebasar las fronteras de Arabia.  Recordemos que no dudó, durante la tregua sagrada del mes de rajab, en enviar algunos hombres al pillaje de una caravana en Najla, para asegurarse de la vida material de la comunidad. De este ataque regresó con un importante botín a Medina. La ciudad, indignada,  injurió a los bandoleros. Mahoma los dejó desahogarse, para soltarles después el versículo 214 de la azora II[66], mediante el cual pretendía justificarse. Y, por lo que vemos, la indignación no duró demasiado, ya que, cuando en ramadán del año 2 (=625) anunció una algazúa que iba a mandar personalmente, se inscribieron numerosos voluntarios.  

De todas formas ya se había asegurado del apoyo de sus seguidores hiciese lo que hiciese. Empezó por prescribir a los creyentes que debían obedecer a Dios y, por extensión, a su Enviado[67], es decir, él mismo. Quienes fuesen reacios tendrían como refugio el Infierno[68] puesto que el Profeta representa a Dios, y en él hay que confiar[69], ya que Dios y los ángeles son sus protectores[70].  Comienzan ahora, a partir del ataque a la caravana, una serie de conflictos de tintes bélicos. Abu Sufyán, que se dirigía a la Meca desde Siria, al enterarse del número de voluntarios que se había inscrito para acompañar a Mahoma en su algazúa, pidió refuerzos, de modo que, su caravana estaba defendida por fuerzas tres veces superiores a las de los musulmanes. Éstos, en el momento inicial, vacilaron[71]. Pero, Mahoma comentó de nuevo de la necesidad de cumplir la voluntad de Dios, que, según él, era la lucha. De esta forma tuvo lugar una batalla que acabó en la victoria de Badr. Mahoma, gracias a su triunfo, pudo probar la supremacía del Dios único de los musulmanes[72].  

Esta batalla contribuyó a estabilizar la comunidad y señaló el comienzo de un  nuevo tipo de revelación. Las revelaciones del período medinense se fueron haciendo cada vez más diferentes de las del período mecano, y trataban de los problemas prácticos del gobierno y de la distribución del botín, incluidas las personas de los conquistados y sus familias. El Corán terminará por contener, además del dogma y la teología del Islam, la ley que regirá a la musulmanes. Mahoma, ya de vuelta en Medina, se ve con fuerzas para atacar a los judíos. Así emprende el asedio de las fortalezas de los Bany Qaynuqa. Los hipócritas[73] no lograron oponerse con energía, y los restantes hebreos no supieron auxiliar a sus correligionarios, quienes, vencidos, se vieron forzados a emigrar a Trasjordania. Inmediatamente después se alió con los beduinos de Medina, para evitar sorpresas no deseadas. Después de los judíos, se atreverá con los cristianos, a quienes acusó de haber falsificado sus propias escrituras para ocultar las profecías del advenimiento de Mahoma.  

El Islam comienza a cambiar. Mahoma predica una nueva dispensación religiosa, siendo él mismo el Sello de los profetas. Este nuevo mensaje, que ya consiguió desvincular casi completamente del judío y cristiano, era más explícitamente árabe, y, con la adopción de la Ka`aba como lugar de peregrinaje, la conquista de la ciudad acabó por convertirse en una exigencia religiosa.  Entre este momento y la primavera del 628, cuando Mahoma se siente con suficiente fuerza como para emprender un ataque a la Meca, se suceden una serie de ataques a tribus judías, a caravanas… pero estos datos históricos se salen de los límites de nuestro trabajo, por lo que los omitiremos[74]. 

Sin embargo, vamos a detenernos en el ataque a la Meca, ya que es en este momento cuando surge el concepto de jihad[75]. La jihad ocupará un importante lugar dentro del mundo musulmán, influyendo en su posterior extensión y difusión, y cuyas consecuencias iban a afectar a los diferentes pueblos del mundo, hasta llegar a nuestros días, cuando aún las sufrimos. Centrémonos entonces en el ataque a la Meca. El primer intento fue prematuro y la expedición se convirtió en un pacífico peregrinaje. Los caudillos de Mahoma se reunieron con los mecanos en Hudaybiya, en los límites del territorio sagrado alrededor de la Meca, en el que, según usos preislámicos, no podía tener lugar ninguna lucha durante determinados períodos del año. Las negociaciones acabaron en una tregua de diez años y se otorgó a los musulmanes el derecho de efectuar el peregrinaje a la Meca al año siguiente y a permanecer allí durante tres días. Este acuerdo, en años posteriores, sirvió de precedente profético para determinar las reglas de la Saria que regían la interrupción del jihad para la negociación y la tregua.  

Sin embargo, este resultado poco concluyente, hizo que algunos musulmanes se sintieran desilusionados. Mahoma, para calmar el descontento que esta retirada había causado entre sus compañeros, ocupó la ciudad de Jaybar y consiguió la sumisión de los hebreos de Wadi-l-Qura[76]. Estas últimas conquistas enriquecieron a los musulmanes y permitieron implantar la legislación por que en lo sucesivo debían regirse los pueblos que estuviesen en posesión de un libro revelado (ahl-al-kitáb). Esta época marca la aparición de un sistema de discriminación dentro de la nueva sociedad teocrática: ahora, Mahoma sólo pactará de igual a igual con los correligionarios, pero no con el resto de las comunidades; si éstas no admiten el Islam, deben pagar una serie de impuestos especiales, prescritos directamente por el jefe del Estado musulmán. Mahoma, en su nuevo ideario, considera a los judíos y cristianos como idólatras[77]; pero, un poco más adelante, al ver la humildad de los monjes a los que combatió con anterioridad, afirmó la superioridad del cristianismo[78] sobre las demás religiones[79].  

Estas diferencias afectivas pronto serían equilibradas por una legislación única, mediante la cual reguló sus relaciones con las gentes del libro: les exigía el pago de una contribución especial, la chizya, para poder vivir en los territorios dominados por el Islam; pero, al mismo tiempo, les hacía algunas concesiones, como la de admitir el matrimonio de sus hijas con varones musulmanes. El año siguiente a la victoria en Jaybar, Mahoma y unos doscientos seguidores acudieron en peregrinaje a la Meca, donde el prestigio y poder de la nueva fe encontró nuevos conversos. Entre ellos, Amr ibn al-As y Jalid ibn al-Walid, que desempeñarían un importante papel en posteriores victorias islámicas. Por último, en el 630, el asesinato de un musulmán por un mecano al parecer por una simple diferencia de opinión de carácter privado fue la excusa perfecta que sirvió de casus belli para el ataque final y la conquista de la Meca[80].  

Una vez sometidos los coraichitas a la umma del Islam, la misión que el Profeta tuvo durante toda su vida estaba prácticamente completa, aunque las campañas militares no terminaron. De hecho, moriría preparando una campaña el 13 de rabí I del año 11 (=8 de junio de 623)  Cabe destacar, además de se faceta como político y guerrero,  su carácter de hábil diplomático para negociar y contemporizar sin perder su sangre fría cuando ello le parecía preferible a la lucha armada, que supo explotar hasta los menores episodios de su vida privada, no sólo de sus partidarios, sino también de sus enemigos, en beneficio de una política que aspiraba nada menos que a proporcionarle una supremacía sobre todos en la que él veía el testimonio más seguro de su misión profética.[81] 

A lo largo de todos esto años como político, guerrero y diplomático en la Meca, siguió recibiendo la revelación de Dios. Sin embargo, las azoras de este momento son de estilo menos atormentado. Obra de un legislador religioso y social, contienen, sobre todo, prescripciones destinadas a organizar el nuevo orden instaurado por el Islam. Estas reglas se aplicaban directamente a la vida de la época, sin prever la extensión futura de la comunidad; hay también sentencias que permiten definir el ideal moral y religioso propio del Islam. Finalmente, gran número de versículos reflejan la actualidad histórica: todas esas luchas de las que hemos hablado, que los creyentes sostuvieron contra sus enemigos –idólatras, judíos, cristianos- cuya doctrina es objeto de violentos ataques e hipócritas, sobre quienes caen las más terribles maldiciones.  Queremos también destacar la última enseñanza del Profeta, quien después de ésta, vuelve a Medina, donde enfermo, iría debilitándose, rodeado y cuidado por su mujeres, hasta que finalmente muere. Esta última arenga tuvo lugar durante la primera Peregrinación, en la que ya no participaban los paganos. La Tradición, que guarda memoria de ella, si bien no su contenido auténtico, cuenta que Mahoma recordó en estos momentos y por última vez, los principales rasgos de su predicación, insistiendo en la doble obligación que no cesaría nunca de pesar sobre los musulmanes: practicar la fraternidad entre ellos y observar con fidelidad las prescripciones del Libro de Dios.  Estas últimas palabras constituyen, sin duda alguna, el más vivo comentario de la obra que había tratado de realizar y que en el futuro si situaría más allá del arabismo primitivo que él mismo vivió. Dijo algo como Hombres, escuchad mis palabras y pesadlas, pues yo he cumplido mi vida. Dejo en vosotros aquello por lo que, si sois fieles a ello, evitaréis por siempre el error, una cosa clara, el Libro de Dios y la sunna de su Profeta. Escuchad mis palabras y pesadlas. Sabed que todo musulmán es un hermano para otro musulmán; que los musulmanes son hermanos; que no es lícito para un hombre obtener nada de la parte de su hermano que éste no le dé buen grado. Y no perjudiquéis a vuestras propias personas. ¿He cumplido mi tarea? Por Dios, sí- respondió la multitud. Por Dios, rindo testimonio[82].  

Y ya para terminar con esta primera parte del trabajo, haremos una valoración de la figura de Mahoma, así como de sus revelaciones y el Corán. Respecto a Mahoma, utilizaremos unas bellas palabras de B. Lewis, que, además, son muy reveladoras. El Profeta murió tras una corta enfermedad. Había realizado muchas hazañas. Había llevado una nueva religión a los pueblos paganos de Arabia occidental, una religión que, con su monoteísmo y sus doctrinas éticas, se situaba a un nivel mucho más elevado que el paganismo al que sustituía. Había provisto a esa religión de una nueva revelación que en los siglos venideros iba a convertirse en guía del pensamiento y conducta de incontables millones de creyentes. Pero había hecho más aún; había creado una comunidad y un Estado bien organizado y armado, cuyo poder y prestigio lo convertían en un factor dominante en Arabia[83]. 

Está claro que Mahoma ha significado un hito en la historia y es una de las pocas personas de las que se puede decir que realmente cambio el curso de la historia. Pero, ¿cómo fue esto posible, teniendo en cuenta su condición y las pocas posibilidades de aquél territorio y de una cultura poco desarrollada? Al respecto, cada uno tiene unas ideas diferentes. Desde luego, un musulmán tradicional ni se lo plantea. Mahoma, al ser el último y el más grande de los profetas elegido por Dios para legar  a la humanidad la palabra Su palabra, estaba predestinado al éxito y no necesitaban más explicación. Sin embargo, la fantasía de las generaciones posteriores lo rodeó de fábula y leyenda, sin darse cuenta que, restándole humanidad histórica, le despojaban de una de sus cualidades más interesantes. En Occidente, sin embargo, fue considerado por algunos como demonio o falso dios, adorado junto a Apolion y Termagant, en una trinidad impía y tratado como un terrible hereje, que Dante mandó a un indistinguible lugar del Infierno. Sin embargo, tras la Reforma, se le consideró más bien un impostor y un egoísta. Una leyenda, muy difundida en Occidente, incluso lo describía como un cardenal romano ambicioso, que, frustrado por no haber sido elegido papa, buscó una carrera alternativa como falso profeta. Pero, por supuesto, el historiador moderno no puede aceptar tan fácilmente que un movimiento tan grande e importante fuese iniciado por un mentiroso impostor. Ni tampoco una explicación de carácter sobrenatural, bien sea divina o diabólica. Pero, como muy bien apunta Gibbon, tal vez es mejor que nos preguntemos, no tanto por las primeras causas, sino más bien por las segundas, que impulsaron tan rápido y amplio crecimiento. Teniendo a Gibbon  en cuenta, así como las circunstancias de la época, no nos cuesta imaginar que las hazañas que llevó a cabo Mahoma reavivaron corrientes que ya existían entre los árabes de su época. Además, que se produjera un nuevo estallido de actividad tras su muerte, muestra que su carrera era respuesta a una necesidad política, social y moral, que, ya se había ensayado en el efímero imperio de Kinda. Y, es también interesante saber que durante su vida aparecieron otros falsos profetas, que trataron de imitarle. ¿Qué queremos decir con todo esto? Que, tal vez, lo único que hizo Mahoma fue despertar las fuerzas latentes de un resurgimiento y expansión árabes, que fluían bajo tierra, desesperadas por salir a la luz desde hacía ya mucho tiempo[84].  

Y, ya por último, queremos hacer una última referencia al Corán. Aunque, como ya dijimos, muchas de las azoras están muy vinculadas a las diferentes épocas de la vida y predicación del Profeta, todas ellas forman parte de la única Revelación, base fundamental del Islam. Para los musulmanes, Mahoma no es más que el hombre que se ocupó de organizar una comunidad, para el bien de todos sus integrantes, y que advirtió a los hombres de la inminencia del Juicio Final, pero no es un santo. A pesar de que se intentó elevarlo a este rango, la posición ortodoxa del Islam serán siempre la de negarle cualquier milagro, a excepción de la revelación del Corán, del Libro Santo.  Terminamos con unas palabras de D. Sourdel: El Corán, escrito en la lengua del Hidjaz (mezclada con algunas palabras de dialectos vecinos) constituye para los árabes un mensaje claro, si bien marcado por una inimitabilidad literaria. Puede emparentarse con diversos libros del Antiguo Testamento (Sapienciales, por ejemplo), pues pone en juego esta rapidez abrupta con la que las lenguas semíticas pasan del sentido propio al metafórico sin servirse de las lentas ascensiones de las lenguas arias (J. M. Abd el-Jalil). Este libro árabe, semítico, se presenta como libro inspirado que domina una intención magistral, liberando su estilo de los estrechos lazos de la encantación poética. Es el primer libro en prosa de los árabes, el que eleva su lengua a la altura de lengua civilizada, mientras que su recitación da ritmo e inspira toda la vida de los musulmanes[85].

El Islam:

 una religión viva 

El Islam de Mahoma                        El Islam inicial, el que predicaba Mahoma, se basaba en cuatro pilares fundamentales. Era, por lo tanto, una religión sencilla, sin demasiado desarrollo teológico. Estos cuatros pilares son los siguientes: *         Declaración de fe. Convertirse al Islam significa ser creyente, pasar a formar parte de la comunidad de los fieles. Esta declaración de fe consiste en una frase ritual, que, con sólo pronunciarla en un acto público, te convierte inmediatamente en musulmán[86]. Es: No hay más Dios que Allah y Mahoma es su profeta. Decir esto implica que aceptas la voluntad de Dios, el mensaje de Allah y a su profeta Mahoma.  

La primera frase, No hay más Dios que Allah (La Illaha ill Allah) expresa la unicidad de Dios. Es un rechazo del politeísmo pagano y animista y, incluso del Cristianismo (rechaza la Trinidad cristiana, ya que Dios es uno, no trino; Mahoma no acepta a Jesucristo como hijo de Dios.)  La segunda frase, Mahoma es su profeta (Muhammad Al Rasul Llah), indica que se acepta a Mahoma como profeta de Allah, como el sello de los profetas, ya que ha podido leer el Corán, cerrando la revelación. 

*         Rezar cinco veces al día. La oración islámica está ritualizada. Consiste en recitar suras del Corán inclinado mirando hacia ciertos sitios –por lo tanto, la oración islámica se puede realizar en cualquier sitio[87]– El musulmán no se arrodilla ante algo, sino hacia algo. La dirección hacia la cual deben inclinarse se la marca un muro, al-quibla, porque en el Islam no hay templos, ni sitios sagrados, como si ocurre en el cristianismo. Los únicos lugares sagrados son Jerusalén y la Meca. *         Ayuno. No se puede comer ni tener relaciones sexuales hasta que se terminan las horas de sol. Se inspira en el mes de ayuno de los judíos. De hecho, coincidía con este mes, aunque se terminará cambiando cuando opten por la calendario lunar en lugar del luni-solar (en el que se basa el judaísmo) 

*         Limosna. Consiste en entregar un 10% de tus ganancias a la comunidad, para que sea repartido entre los pobres. Se conoce como diezmo islámico o coránico.  Este es el Islam básico. Cuatro pilares y una serie de costumbres. Sin embargo, con el paso del tiempo, el Islam irá evolucionando y desarrollando su trascendencia religiosa, incluso en la vida del Profeta. Mahoma tendrá que ir adaptando el Islam a los diferentes problemas que le vayan surgiendo. 

La evolución del Islam primitivo  Hoy en día el musulmán tiene cinco obligaciones rituales, determinadas por la Ley, los pilares de la religión, arkan ad-Din.  Estas cinco obligaciones canónicas, tres de las cuales ya aparecían en el Islam básico de Mahoma, fueron evolucionando a lo largo de la historia. Veamos cuales son. 

*         Oración ritual. La oración, que ya aparecía en el Islam básico de Mahoma está ritualizada. Son un conjunto de gestos y palabras fijados de forma rigurosa, que constituyen un acto de alabanza y adoración, pero que no implican ninguna idea de súplica de lazo personal entre el hombre y Dios.[88] Se realiza cinco veces al día[89]entre la aurora y la salida del sol, al mediodía, hacia las cuatro de la tarde, después de la puesta de sol y a cualquier hora de la noche. La llamada a la oración la realiza el almuédano desde lo alto del minarete que domina la mezquita. Pero, antes de comenzar la oración, es necesaria la ablución, para conseguir el estado de pureza legal. Para rezar es necesario orientarse a la Meca y delimitar un espacio para alejarse del mundo exterior, para lo que la alfombra de la oración sirve de ayuda. La oración se puede cumplir en cualquier lugar, como en tiempos de Mahoma, aunque, los viernes al mediodía debe de realizarse en la mezquita mayor.  La oración consta de una serie de ruk`a, compuestas cada una por: formulación de la intención, la recitación de la fatiha, una inclinación del cuerpo, otra incorporación, dos prosternaciones completas, la recitación de la profesión de fe y, por último, la desacralización. Todos los detalles de los gestos son objeto de discusión entre las diferentes escuelas jurídicas. Además existen oraciones especiales (petición de lluvia, oración por los muertos…) y superoratorias (oración de noche). 

*         Ayuno del ramadán. Parece que fue instituido en Median el año II de la Hégira, sustituyendo al primitivo ayuno de achura (décimo día) imitado de los judíos. El Profeta habría así restablecido una costumbre desfigurada por judíos y cristianos; el  mes fue elegido porque fue en esta época cuando Mahoma tuvo sus primeras revelaciones. Como ya explicamos, durante el día hay una prohibición absoluta de absorber cualquier sustancia material, bien sea sólida o líquida, así como fumar o tener relaciones sexuales. Al final del Ramadán se celebra la fiesta de la ruptura o la fiesta pequeña, que implica una oración en la explanada del mosallá y una distribución a los pobres.  *         Limosna legal. Está destinada a purificar los bienes de este mundo, de los que no se puede gozar si no se restituye una parte a Dios. Así difiere de la limosna voluntaria, que es una distinción poscoránica. En un principio el pago era en especies, debiendo el comerciante, el agricultor o el ganadero ceder la décima parte, o a veces la vigésima, de sus ganancias o cosechas. Su producto debía ser distribuido a los pobres, a los recaudadores de impuestos, a los que se quería reconciliar el corazón (categoría desparecida desde largo tiempo), a los esclavos deseosos de liberarse, a los deudores por una causa pía, a los voluntarios de guerra y a los viajeros. La limosna es, pues, un diezmo descontado a los ricos para ser repartido entre los pobres. Sin embargo, a lo largo del tiempo fue perdiendo su carácter caritativo y se convirtió en un simple impuesto. 

*         Peregrinación. La introducción de este nuevo pilar ocurre cuando Mahoma aún está vivo[90]. Es el mandato del Hajj, por el cual el creyente debe peregrinar una vez en la vida a La Meca. Pero sólo si está en estado de hacerla[91]. La inseguridad de los caminos fue, durante mucho tiempo, un gran obstáculo. Para solventarlo se organizaron caravanas de peregrinos, que partían todos los años de las grandes metrópolis del mundo musulmán (de Estambul y de El Cairo sobre todo); algunos viajaban por mar y desembarcaban en Jedda.  La finalidad de la peregrinación era, y es, el santuario de la Meca. Allí se realizan una serie de ceremonias, que se distribuyen en dos series distintas: umra y el hachch (peregrinación propiamente dicha). La primera corresponde a los ritos preislámicos que se desarrollaban en la propia Meca y comprende, esencialmente, siete circunvalaciones rápidas alrededor de la Ka`aba y siete carreras entre las dos edificaciones de Safa y Marwa. Al principio se realizaba en el mes sagrado de rajab, aunque, desde el siglo XII se amplió a todo el año, salvo en el mes del hachch. La segunda, el hachch, es una manifestación colectiva que tiene lugar una vez al año, en una fecha fija en el mes de dhul-hichcha.             Esta importante ceremonia religiosa, que reitera uno de los últimos actos del Profeta, desempeña también un papel político, reuniendo a los musulmanes dispersos por el mundo.  

*         Guerra santa. Su concepción no se fijó hasta después de la muerte del Profeta. Se trata de un deber solidario más que personal y no suele ser una de las obligaciones fundamentales. La jihad o Guerra Santa, no asumida por todos los miembros de la comunidad, debe dirigirse a los pueblos infieles vecinos al territorio del Islam. Aunque antes de ser conquistados por la fuerza o mediante capitulación, son invitados a convertirse, y si lo hacen, pasan a formar parte de la comunidad. En el caso de que sean conquistados a la fuerza, el jefe tiene plenos poderes sobre los prisioneros de guerra y los bienes confiscados se distribuyen entre los soldados (salvo una quinta parte, la parte de Dios, destinada a los necesitados). Sin embargo, en el caso de la capitulación, judíos y cristianos gozan de un estatuto especial, por se considerados gentes del libro, y tienen libertad de culto, mediante el pago de un impuesto. Algunas sectas fueron asimiladas en esta categoría, incluso idólatras e hindúes. Estos protegidos debían pagar, además, por los bienes inmobiliarios que les quedaban, un impuesto y tenían ciertas obligaciones y prohibiciones. Debían, por ejemplo, contribuir a mantener el ejército y no podían llevar armas[92].             Controversia del mandato revelado 

El mandato revelado constituyó la base sobre la que se edificó la vida de la comunidad islámica, ya que, recordemos que el Islam no sólo exige la adhesión a unas verdades, sino que también impone una serie de prescripciones que reglamentan la organización temporal de la Comunidad de los creyentes.             Sin embargo, este mandato es mucho más difícil de definir de lo que puede creerse, y nunca presentó la simplicidad monolítica que a menuda se atribuye a la fe musulmana. Expuesto en un texto coránico que ofrecía diversas dudas, fue objeto de precisiones sucesivas, que, muy pronto provocaron en la Comunidad controversias e incluso divergencias en ocasiones muy graves. El mandato revelado fue, por tanto, factor de unidad, pero también de división, debido a sus diversas interpretaciones. Y, muchas veces, estas interpretaciones estaban vinculadas a movimientos políticos impregnados de fanatismo[93]. 

            Muchas de estas discusiones de los primeros siglos no pueden entenderse sin tener en cuenta que el Libro Sagrado tiene su historia. Su fijación escrita no tuvo lugar hasta el decenio 640-650. Hasta esta fecha los versículos y las azoras se fueron traduciendo oralmente[94].  Memorizarlas era sencillo, teniendo en cuenta que el texto, bien rimado, constaba de aleyas cortas y rítmicas. De todas formas, y como es comprensible, algunos fragmentos se perdieron o fueron olvidados por el Profeta[95]. Es en este momento cuando aparece una doctrina que tendría gran importancia para el desarrollo  dogmático del Islam: la de abrogante y abrogado, que encuentra su paralelo en los sistemas religiosos judeocristianos. Según esto, sin un texto era olvidado por los creyentes o aparecía otro que lo contradecía, este último era el que tenía valor y sustituía al primero.[96] De todas formas, como ni en vida del Profeta, ni en los tiempos inmediatamente posteriores se formó un catálogo cronológico de la revelación, cuando los juristas y eruditos musulmanes intentaron establecerlo, era ya demasiado tarde para conseguir una ordenación indiscutible. De hecho, aún hoy en día, los esfuerzos de los eruditos musulmanes no han conseguido una versión que no de lugar a controversias y discusiones.              Las revelaciones de una misma época se encuentran distribuidas en distintas azoras, e incluso la misma revelación se encuentra dividida y colocada en puntos diferentes. De ahí que la ordenación cronológica sea casi imposible de establecer y se hayan creado diferentes versiones del mismo texto coránico.  

            En la época de Abu Bakr, éste se dio cuenta de que un gran número de fragmentos sólo se conservaban en la memoria de los fieles, e iban sucumbiendo uno en pos de otro. Otros, escritos en frágiles materiales como pergamino u ostracas, corrían el peligro de extraviarse. De ahí que Abu Bakú arrogándose un derecho que hasta entonces había correspondido a Mahoma exclusivamente, mandara a Zayd b. Tabit que recogiese todos los diferentes elementos y formase con ellos un todo. Debido a este procedimiento, se olvidó de la parte final de la azora IX. El texto de la recopilación, que pertenecía al califa, fue heredado por su hija Hansa.              Simultáneamente, pero dependientemente, se habían ido creando otras recopilaciones particulares, entre las que destacamos las de Salim b. Maquil, Abd Allah b. Abbas, Ubayy b. Kab, Ibn Masud, Uqba b. Amir, Miqdad b. Ams, Abu Musa al-Asarí y, sobre todo, la del primo del Profeta, Alí b. abi Talib. Todas estas versiones discrepaban en detalles poco importantes, como los títulos de las azoras, el orden de éstas, o el uso y sustitución de preposiciones o locuciones por otras de valor equivalente 

            Poco a poco fue poniéndose de manifiesto que el número de versiones no dejaría de crecer si no se establecía una versión única, autorizada por el califa, que limitase las diferencias entre las distintas lecturas, que podían llegar a alterar significativamente el significado del texto. Fue entonces cuando Utman, percibiendo el riesgo que ello entrañaría, encargó a  Zayd b. Tábit, antiguo liberto del Profeta que había vivido junto a él, y según afirmaban algunos, le había servido de secretario, que preparase una recensión oficial. Éste, auxiliado por Abd Allah ibn al-Zu-bayr, Said b. al-As y Abd al-Rahman b. al-Hariz, tomó por base su primera recensión, entonces en poder de Hafsa y estableció un nuevo corpus, precisamente el que se ha conservado hasta nuestro días. Ésta versión se copió oficialmente en diversos ejemplares que fueron enviados a todas las grandes ciudades del mundo musulmán, como Damasco, Kufa, Basora y la Meca. Todas las demás versiones fueron perseguidas estrictamente, y sólo consiguieron sobrevivir aquellas que pertenecían a personajes importantes en la comunidad islámica, como Alí o Ibn Masud. La parcialidad de la comisión que se encargó de la recopilación, a pesar de la escrupulosidad con la que trabajaron, está suficientemente probada.             Esta última medida basta para probar que el texto coránico no fue establecido inmediatamente de forma irrevocable, ni logró que los habitantes de Kufa permaneciesen fieles a la versión de Ibn Masud, algunas de cuyas variantes han llegado hasta nosotros; ni tampoco borró del recuerdo el corpus de Alí, que presentaba las suras de forma diferente y que además contenía capítulos suplementarios, cuyo texto conservan algunas obras. Asimismo, aún puede comprobarse la imprecisión con que fue fijada la Revelación en los títulos diversos que dan a ciertos suras las recensiones oficiales, llamando por ejemplo al mismo capítulo en un sitio La Ayuda y en otro La Controversia.  

            Más tarde, los chiíes herejes acusaron al califa de haber suprimido los fragmentos que hacían referencia a Alí y a su privilegio de ocupar el puesto político-religioso que había quedado vacío con la muerte de Mahoma.  De todas formas, parece que están críticas están completamente injustificadas. Pero, además de todos estos problemas, contamos con uno añadido: las peculiaridades del árabe. Éste, que no cuenta con vocales y cuyos grafismos son, en ocasiones, polivalente, añaden complejidad a la lectura y dificultan todavía hoy en día aspectos de la crítica textual.  

Además de las explicaciones puramente gramaticales, necesarias para la comprensión de una lengua arcaica, aparecen interpretaciones puramente simbólicas, destinadas a justificar una u otra doctrina. Al lado de del sentido obvio de ciertos versículos, algunos comentaristas encontraban un significado oculto, que se consideraba el único y verdadero. Aquí nos encontramos con los tradicionalistas, fieles al sentido obvio, los racionalistas o los partidarios de doctrinas esotéricas que defendían el nuevo significado.             Y no sólo esto, sino que en el mismo Corán aparecen una serie de contradicciones que, si bien en principio tuvieron que ser aceptadas por los creyentes, basándose en unas palabras de Mahoma: Lo que os estorbe, aceptadlo con fe[97] o en un versículo del Corán que dice: Cuando veas a quienes arguyen sobre nuestras aleyas, apártate de ellos hasta que discutan otro asunto…[98], con el tiempo, algunos musulmanes no se contentaron con la simple aceptación e intentaron definir los términos empleados y coordinar los diferentes elementos que contenía. De aquí surge la exégesis y la teología coránica.  

            Uno de las primeras cuestiones a debatir fue la de la predestinación y el libre albedrío, a la que la predicación de Mahoma parecía dejar sin respuesta. Por una parte se dice que la criatura humana nada puede hacer contra el decreto divino, pero, por la otra, el hombre debe ser retribuido según sus actos. Estas dos fórmulas, un poder de Dios absoluto y la responsabilidad humana, son claramente contradictorias y el Corán no se ocupa de cómo coordinar estas verdades.              En época de los omeyas se predicaba la ausencia de sentimiento de culpabilidad ante la sumisión a la voluntad divina. Pero algunos creyentes pensaron que este poder de Dios era incompatible con su justicia, por lo que procuraron restringirlo. Es entonces cuando surgen los qadaríes (los que limitan el qadar[99]) frente a los chabaríes (partidarios de la coacción divina). A esta doctrina se sumaron una serie de hombres que, después del advenimiento de Muayiwa[100], se mantuvieron aparte de las querellas políticas –de ahí su nombre, mutazilíes, los que se apartan. En un principio se contentaron con atribuir al creyente pecador una situación intermedia entre fe e infidelidad; aunque después y rebelándose contra la arbitrariedad de los omeyas, defendieron el libre albedrío- Intentaron aplicar a los artículos de fe de la revelación una argumentación racional, representando la primera escuela del kalam, que terminaría siendo heterodoxa. 

Sus cinco principios fundamentales: unicidad de Dios, justicia de Dios, amenaza y promesa divina, situación intermedia y mandamiento del bien creaban una teodicea que sus adversarios criticaban, pero que ellos fundamentaban en un versículo coránico Nada es como Él. Insistían en la unicidad de Dios, eliminando cualquier analogía con el mundo creado y creyendo inadmisible su representación con atributos que recuerden las actividades o cualidades del hombre, siempre criatura. Por lo tanto, cuando el Corán hablaba del la mano de Dios o de su rostro era de forma simbólica, por lo que era preciso interpretar el Corán. Esto implicaba también la doctrina del Corán creado[101], el aspecto más destacado de este movimiento, y el que más se oponía a los tradicionalistas.  En cuanto a la justicia, optan por la orientación de los qadaríes, esto es, apoyaban el libre albedrío.  De esta forma, la justicia divina quedaba salvaguardada. Una justicia que era necesaria e inherente a la divinidad. Por lo tanto, aquí vemos dos tendencias: la del Islam tradicional, que dice que el bien está determinado por la voluntad divina y la de los mutazilíes, que creen que existe un bien en sí, con el que Dios no puede hacer más que conformarse. En cuanto a la segunda idea, la unicidad de Dios, purificaron el monoteísmo del Islam, eliminando las representaciones antropomórficas de éste. 

Debemos también destacar la influencia que sobre ellos ejercieron los filósofos griegos, de los que copiaron los métodos de argumentación y las categorías, que por aquel entonces dominaban el pensamiento medieval, tanto en Oriente como en Occidente. Llegaron a otorgar a la razón humana un papel que los pensadores tradicionalistas no le reconocían.  De todas formar, debemos aclarar que, aunque muchas veces se ha identificado este movimiento como un simple sistema filosófico, los mutazilitas, como muy bien señaló H. Nyberg, no son librepensadores filosóficos, ni ascetas apartados del mundo, sino apologistas y misioneros orientados teológicamente y que actúan prácticamente[102].  

De hecho, estos racionalistas, como apologistas que eran, asumieron la tarea de difundir sus ideas entre la comunidad islámica y se hicieron propagandistas. Aunque no siempre fue de la mejor forma posible. Lejos de la tolerancia, nunca dudaron en emplear la fuerza para imponer su doctrina. El califa al-Mamun, convencido por las ideas mutazalíes, persiguió a aquello ajenos a su doctrina. Aunque en el 847, con al-Muta-wakkil, se reestablecieron los conceptos tradicionales. Así deja de existir el mutazilismo, aunque el kalam subsistió un poco más. El kalam estaba atenuado y devolvió a la Ley la primacía sobre la razón; los que instigadores de este kalam fueron al-Archari y al-Maturidi, pero tenían ideas contrarias. Mientras el primero creía que era necesario creer porque está escrito, el segundo pensaba todo lo contrario: que el deber de creer en Dios está fundado en el mandamiento divino, pero por otra parte este puede ser comprendido por la razón. Más tarde, los discípulos de al- Archari derivaron hacia la orientación de al-Maturidi, ya que hicieron un hueco para la razón y aceptaron las interpretaciones alegóricas del Corán propuestas por los mutazilíes; así fue como consiguieron conciliar, de cierto modo, la negación de los atributos divinos, a los que tendían estos últimos, con lo interpretación literal del Corán. Consiguieron, para restringir la excesiva veneración de determinados creyentes por el mismo texto del Libro Sagrado, aunque sin explicar cómo, que la Palabra de Dios es increada, pero que las letras y sonidos para exteriorizarla son creados. Respecto a la libertad humana, no le daban demasiada importancia, al contrario que los maturidíes (de al-Maturidi) que la reconocían sin reservas.  

Aún en nuestro días, acharismo y maturidismo, modificados y enriquecidos recíprocamente, constituyen la base de la enseñanza religiosa oficial.  

Los movimientos sectarios[103]  

            A lo largo de la historia del Islam tuvieron lugar una serie de querellas políticas, acerca de la sucesión del califato, que dieron lugar a movimientos sectarios. Éstos no pertenecían a ninguna de las cuatro escuelas jurídicas reconocidas y que, por su doctrina, se separaban más o menos del Islam.             En este momento de la historia, la sociedad islámica se hallaba dividida entre chiítas y sus adversarios, a los que llamaremos tradicionalistas más que sunnitas. Esta lucha terminó con la derrota de los primeros en el siglo XII.  

            Fue el mutazilismo, del cual hemos hablado anteriormente, el que sembró la discordia en la sociedad musulmana del siglo IX. El califa al- Mamún, en los últimos años de su reinado, impuso la doctrina mutazilita, al mismo tiempo que afirmaba la superioridad de Alí sobre Mahowia, tratando de meter en cintura a la facción pro-omeya, que se oponía a la reconciliación entre abasidas[104] y alidas. Así, el mutazalismo aparece en la historia como la doctrina a la que el califa recurrió para introducir una nueva política de neutralización y adscripción al chiísmo.              Pero, con la llegada del califa al-Kadir en 1017, se iniciaba la fase de restauración sunnita o tradicionalista. A partir de entonces. La doctrina mutazalita comenzó a perder importancia, aunque no desapareció por completo. Prestó algunos elementos a la teología axarita que se desarrolló posteriormente en Irak y más tarde en Siria, permaneciendo en algunos espíritus, que la han llevado hasta la época actual, como un movimiento intelectualista dotado de cierta atracción, en la media en que proponía soluciones a las dificultades encontradas por teólogos y apologistas.  

Chiísmo. En un principio se presentó como un partido puramente árabe, el de Ali, que apareció cuando este fue depuesto. La chiía (el partido de Ali) defendió el califato hereditario contra los omeyas. Después, y debido a circunstancia históricas, se convirtió en un movimiento religioso extremista, que reclutó a la mayoría de sus adeptos entre los mawali, descontentos con el yugo árabe, especialmente en Persia.[105]             El chiísmo ha evolucionado mucho a lo largo de los siglos, hasta llegar a doctrinas religiosas muy alejadas del Islam. Y es que, el chiísmo añadió a las concepciones tradicionales del Islam una teoría original, que modificó considerablemente las primeras. Este es el principio del imamat, un principio político de base religiosa, que reserva a Alí y a sus descendientes el derecho de dirigir la comunidad. Pero, este principio no se reserva a un califa, el jefe temporal que ha de ejecutar la Ley, sino a un doctor investido por designación divina, encargado de continuar con la labor del Profeta. Estos imams, elegidos en la línea de Alí, bien sea por su predecesor o por la familia, tendrían unos conocimientos secretos que supuestamente recibió Alí del Profeta  y que se transmitirían unos  a otros. El paso del tiempo hizo que Ali fuese considerado por encima del mismísimo Mahoma y los imams fueron entonces tenidos como hombres impecables, portadores de la luz divina, e infalibles en virtud de su mismo ser.  

            Para los chiíes creer en los imams es el sexto pilar de la religión islámica. Asociado a éstos aparece una idea mesiánica: el último imam –la serie de éstos no es indefinida, sino que termina con uno, representado de diversas maneras según la secta- que, cuando murió dejó solamente el mundo visible, volverá triunfante, inaugurando una época de paz y justicia.              De todas formas, el chiísmo no es un movimiento homogéneo, sino que sufrió diversas escisiones a lo largo de la historia. Una de las ramas del chiísmo la representan los hanafíes. Éstos son los seguidores de Mahammad b. al-Hanafiya, hijo de Alí y de otra mujer que no era Fátima. Unos lo consideraron el mahdî[106], otros lo divinizaron y otros, sin embargo, designaron a su hijo Abu-Hachim como su sucesor. A la muerte de este último se produjo una nueva escisión y, de las diferentes sectas que se formaron, una se adscribió a un descendiente de al-Abbas, sobre el cual se apoyó la propaganda abasí.   

            Tras los abasíes, las sectas hanafíes perdieron su importancia. Sin embargo, el chiísmo fue siempre representado por los sucesores de los hijos de Fátima, al-Hasan y al-Husain, y sufrió un nuevo desarrollo. Perseguido por el poder temporal, la mayoría de sus seguidores pertenecían a las clases bajas y pobres. Así, incluyó en su programa político reivindicaciones sociales, convirtiéndose en el partido de los oprimidos.        Es entonces cuando aparece una noción nueva, la de la Pasión. El mundo, que está sucio y corrompido, sufre esperando la llegada del mahdi. Vemos aquí dos notas extrañas a la mentalidad musulmana, la visión pesimista del mundo y el valor liberador del sufrimiento. De todas formas, los imams perseguidos no deben arriesgarse al martirio, ya que podrían aniquilar la secta. Por ello deben acatar la doctrina oficial y el régimen establecido, disimulando sus más íntimas convicciones. Esto es la aplicación del principio islámico precaución, que permite a los creyentes renunciar a su exteriormente cuando su vida está en peligro, y que los chiíes convirtieron en un deber absoluto.  

A continuación expondremos las características principales del chiísmo moderado: Exégesis. Dudan de la recesión oficial del Corán, ya que creen que la parte referente a Alí y a sus privilegios ha sido eliminada. De todas formas no se han puesto de acuerdo  sobre un texto auténtico y siguen usando la recesión tradicional, aunque consiguen justificar su doctrina mediante la interpretación alegórica del Corán, de la que ya hablaron los mutazilíes. 

Tradición. Remontan los hadices[107] no proféticos a los imams y no a los Compañeros.  Derecho. El imam es la única autoridad cualificada para fijar la interpretación de la Ley. Es decir, que el derecho chiíta no se apoya en el consenso, sino en la enseñanza del imam. 

Teología. Salvo en la referente a la teoría del imamato, en general profesan ideas próximas al mutazilismo, cuya fundación atribuyen a Ali.  Culto. Además de las peregrinaciones a las tumbas de los primeros imams  y de la fiesta del 10 de Muharraq, los chiítas tienen solemnidades propias, como la del estanque, el lugar donde se supone que Alí fue investido.  

En la época abasí, el chiísmo se ramificó en múltiples sectas, que van desde las más moderadas, hasta las más extremistas. Algunos, después de haber apoyado a Zaid, el hijo menor de Husain, tomaron luego partido por algunos descendientes de al-Hasan (en particular por Muhammad an-Nafs az-Zakiya, asesinado en el 726) -estos fueron los zaidíes[108]– mientras que otros se mantuvieron fieles a los descendientes de Husain, Muhammad al-Baquir y su hijo Cha`far as-Sadiq. Este grupo volvió a dividirse en duodecimanos (creían en la existencia de doce imams, el último de los cuales Mahammad, desaparecería después del 873) e ismaelitas, partidarios de un hijo de Cha`far, Ismaill, destituido de sus derechos por sus ideas revolucionarias.  Destacaremos el movimiento ismaelita, por la originalidad de su doctrina esotérica como por la importancia de su papel histórico. Su doctrina se apoyaba en un sistema filosófico de inspiración neoplatónica. Adaptaron al sentido de la historia que sirve de base al chiísmo el principio de la emanación divina del mundo, siendo ellos mismos creados por Dios. El paralelismo entre macrocosmos y microcosmos tiene la manifestación de estos principios a escala humana: siete parlantes (Adán, Noé, Moisés, Jesús, Mahoma y el mahdi) y siete silenciosos, intérpretes de los parlantes. La revelación, que es progresiva, considera a Mahoma (cuyo intérprete es Alí) como Sello de los Profetas, pero, el mahdi sobrepasará su obra.  

El espíritu divino se manifiesta a través de los parlantes, escondidos bajos velos corporales que es necesario desgarrar para encontrar la verdad oculta. El Corán y la Ley formarían parte de estos velos; para los ismaelitas el Libro Sagrado sólo cuenta su sentido interno, que produce una interpretación alegórica llevada al extremo y la Ley, por su parte, sólo sería un medio pedagógico de un valor relativo o transitorio. Así, los ismaelitas sobrepasan el dogma musulmán y llegan a reconocer la verdad relativa de todas las religiones susceptibles de una interpretación simbólica.  El ismaelismo se manifestó bajo diversas formas: movimiento sirio-mesopotámico que asoló Siria (901-906); movimiento que, pasando del Yemen al Magreb, llevó al establecimiento del califato fatimí, y finalmente, movimiento cármata del Bahrein, de origen incierto (sin duda ismaelita), que se alió con los fatimíes y luego entro en conflicto armado con ellos. Mientras que el movimiento cármata, cristalizando las reivindicaciones sociales, realizó un estado de régimen comunitario aún mal conocido, el estado fatimí muestra los resultados de la acción política de los ismaelitas.  

De los propios fatimíes se han derivado diversas sectas: drusos, éstos divinizaron al califa al-Hakim después de su muerte,[109] mustalíes, los partidarios de un hijo de al-Mustansir, perpetuados en la India y el África oriental; nizaríes, partidarios del heredero desposeído de al-Mustandir, que bajo el nombre de asesinos (Hachichiya, amantes del hachís), consiguieron crear en Irán y Siria en los siglos XII y XIII un estado político independiente de secretas ramificaciones.              Finalmente, mencionemos la secta de los nusaríes, de origen oscuro, cuya doctrina, situado a Alí por encima del Parlante, no se separa sensiblemente de las ideas ismaelitas.[110] 

      Así, el ismaelismo desempeñó un papel importante en torno al año X, debido a sus realizaciones políticas y sociales, pero también por su influencia en el pensamiento y en la literatura árabe. El movimiento duodecimano, por ejemplo, fue adoptado por la dinastía safévida del Irán del siglo XIV e inspiró la literatura persa, en particular los dramas religiosos sobre la pasión de la alidas.             Del chiísmo derivan también otros movimientos originales, como el sistema sincretista de Akbar, un soberano mongol de la India, quien, manifestando una igual simpatía por musulmanes, brahmanes, budistas y cristianos, instituyó un deísmo sin sacerdocio que tuvo pocos adeptos; el babismo, tentativa de reforma del Islam llevada a cabo por un chiíta, Mirza Ali Muhammad o el behaísmo, religión nueva y universal fundada por un discípulo del Bab, Baha-Ullag, que no tiene nada en común con el Islam pero que se aproxima por su sincretismo y por su ideal de progreso a ciertas tendencias fundamentales del ismaelismo.  

Jariyísmo[111] Rechazaron el arbitraje de Adroh, estimando que el juicio no pertenece más que a Dios y se retiraron a los alrededores de Kufa, llevando a cabo contra el régimen una violenta oposición. Después de la muerte del califa Yazíd (683) se dividieron en diversas sectas. La principal es la de los ibadíes, los cuales, después de haberse sublevado en Arabia bajo el último califa omeya, fueron expulsados hacia el Magreb; allí incitaron a la revuelta de los bereberes, a quienes aportaban el principio de igualdad absoluta entre todos los musulmanes. Un Estado ibadí, el de los rustumíes, se mantuvo en Tahert hasta la llegada de los fatimíes; diversos grupos han subsistido hasta nuestros días en el norte de África así como en Tripolitania, Zanzíbar y Omán.              La doctrina de los jariyíes ha variado muy poco a pesar de que nunca ha sido codificada. Mientras que políticamente aspiraban a un califato electivo, confiado al más digno, en teología y en moral son rigoristas y literalistas: condenan el lujo, rechazan una azora que consideran frívola (la de José), interpretan el Corán literalmente (palabra increada de Dios), deben limpiar su conciencia antes de la oración y las obras deben realizarse con fe. 

bIBLIOGRAFÍA 

El Corán, Barcelona, debolsillo, 2003. 

LANDERO QUESADA, M. A., Edad Media, en Historia Universal, II, Barcelona, Vicens Vivens. LEWIS, B., Los árabes en la Historia, Barcelona, Eldhasa, 1996. 

ROLDÁN HERVAS, J. M., Historia de Roma, Salamanca, Salamanca, 2000. Sagrada Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2001. 

SOURDEL, D, El Islam, Barcelona, oikos-tau, 1973.  SOURDEL, D. y J., La civilización del Islam clásico, Barcelona, Juventud, 1981. 


[1] D. y J. SOURDEL, La civilización del Islam clásico, Barcelona, Juventud, 1981, p. 24.

[2] La ciencia moderna aún no ha establecido de manera precisa la cronología. Se barajan diferentes fechas para situar las primeras manifestaciones de estos focos de cultura. La más antigua se fija en el siglo XIII a. C., aunque, como ya dijimos, hay disparidad de opiniones. (D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 26.)

[3] Saba fue el nombre con el que el Antiguo Testamento denominó al Yemen.

[4] Transcribiremos a continuación algunos fragmentos de la historia bíblica de la Reina de Saba que nos darán idea de la prosperidad de este pueblo. Dice así la Biblia: Llegó a la reina de Saba la fama que para gloria de Yavé tenía Salomón y vino para probarle con enigmas. Llegó a Jerusalén con muy numeroso séquito y con camellos cargados de aromas, de oro en gran cantidad y de piedras preciosas. Y dice más adelante: Dio al rey ciento veinte talentos de oro, una gran cantidad de aromas y de piedras preciosas […] Las floras de Hira, que traían oro de Ofir, trajeron también de Ofir gran cantidad de madera de sándalo y de piedras preciosas. (Sagrada Biblia, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2001, p. 405)

[5] B. LEWIS, Los árabes en la Historia, Barcelona, Eldhasa, 1996, p. 32.

[6] Sin embargo, ciertas teorías apuntan que fueron los abisinios los que llevaron el cristianismo al Yemen. Esto se deduce de lo siguiente: En Abisinia hubo una civilización cristiana anterior a Constantino. Estos cristianos abisinios, según la tradición, fueron convertidos por Santo Tomás. Por lo tanto, el cristianismo del Yemen vendría de Abisinia, ya que en un momento dado, el rey cristiano de Abisinia conquistó el Yemen.

[7] La invasión himyarita se fecha en el siglo II a. C. (D. SOURDEL, El Islam, Barcelona, oikos-tau, 1973, pp. 6-7.)

[8] Tras la civilización nabatea, llegaría la de los gasaníes, una tribu árabe que se convirtió al cristianismo (nestoriano o monofisita). También el mazdeísmo, la religión de Zaratustra, estaba presente en la península. El reino de los lajmíes, satélite de Persia, establecido en el sur de Kuwait, había adoptado esta religión.

[9] D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 26.

[10] Recordemos que los principales focos de cultura, como Palmira, Nabatea… mantuvieron contactos con el mundo romano, persa… convirtiéndose muchos de ellos en reinos satélites.

[11] Esto ha venido ocurriendo constantemente en la historia de la humanidad. Pensemos, por ejemplo, en los bárbaros que invadieron el Imperio romano durante los primeros siglos de la era cristiana. La célula fundamental de estas sociedades era el grupo, la sippe. Esto es lógico si tenemos en cuenta lo difícil que era la supervivencia en aquellos territorios inhóspitos de duros y fríos inviernos. Solamente mediante la unión, formando grupos, era posible sobrevivir. Como dice el refranero popular español, la unión hace la fuerza.

[12] B. LEWIS, op. cit., p. 39.

[13] D. SOURDEL, op. cit., p. 9.

[14] Las últimas teorías apuntan que puede que fuesen una derivación de los esenios del Qumran, quienes practican el judaísmo místico. Parece ser que algunos de ellos, que habitaban en Palestina, viajaron al sur y fundaron la comunidad de los hanifa.

[15] La pregunta es si los judíos y cristianos que habitaban en La Meca, aunque vivieran mezclados con la población de La Meca, pudieron preparar el ambiente adecuado para que se aceptara el mensaje monoteísta de Mahoma. Aquí es donde se refleja la importancia de los hanifa, quienes, sin pertenecer a ninguna comunidad extranjera, habían conseguido liberarse de la religión tradicional, para creer en un dios único. (D. SOURDEL, op. cit., p.9)

[16] Tengamos en cuenta la privilegiada situación de La Meca como nudo de caminos en el Hiyaz. Se encuentra en una la encrucijada de las líneas de comunicación que van al sur hacia el Yemen, al norte hacia el Mediterráneo, al este hacia el golfo Pérsico, al oeste hacia el puerto de Jedda en el mar Rojo y la vía marítima hacia África.

[17] Sin embargo, no debemos equivocarnos y comparar esta organización comercial con las instituciones republicanas organizadas según el modelo occidental. Quraishi, que había salido hacía poco del nomadismo, seguía prefiriendo una gran libertad de acción y un mínimo de autoridad pública. (B. LEWIS, op. cit., p. 44)

[18] M. A. LANDERO QUESADA, Edad Media, en Historia Universal, II, Barcelona, Vicens Vivens, p. 167.

[19] D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 31.

[20] Los historiadores occidentales no se ponen de acuerdo en cuanto a la importancia de la sîra. Para algunos de ellos es un texto sin valor histórico alguno, mientras que otros creen que se debe diferenciar las materias dignas de fe se estos textos de los embellecimientos posteriores o de los relatos tendenciosos. De todas formas, es reconocido unánimemente que no es posible saber algo sobre la vida de Mahoma sin tomar como base leyendas de índole diversa cuyos detalles e importancia real es difícil de discernir. (D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 33)

[21] Estos datos nos los da en Corán cuando dice: ¿No te encontró huérfano y te dio refugio? ¿No te encontró extraviado y te guió? ¿No te encontró pobre y te enriqueció? (El Corán, Barcelona, debolsillo, 2003, p. 586.)

[22] B. LEWIS, op. cit., p. 38.

[23] Hay diferentes teorías al respecto. Algunos opinan que el contacto con los monjes que pudiera haber mantenido Mahoma gracias a los viajes con su mujer Jadicha se basan en dudosas tradiciones, mientras otros creen que ocurrió de verdad. Otros opinan que la idea de Mahoma sobre el cristianismo estaba bastante alejada de la realidad. (D. SOURDEL, op. cit., p. 10)

[24] B. LEWIS, op. cit., p. 48.

[25] Esta es una noble predicación contenida en un Libro oculto que sólo tocan los que se han purificado (El Corán, op. cit., p. 509.) o Esto es una predicación gloriosa en una tabla conservada (El Corán, op. cit.,  p. 576) o también contenida en hojas veneradas (El Corán, op. cit., p. 566)

[26] Realmente hemos hecho descender un Corán árabe (El Corán, op. cit., p. 238) De esta manera le hemos hecho descender una sabiduría en lengua árabe (El Corán, op. cit., p. 253) Así le hemos hecho descender un Corán en árabe, en el que hemos reiterado las amenazas (El Corán, op. cit., p. 310) Es una revelación en pura lengua árabe (El Corán, op. cit., p. 355) Libro cuyas aleyas se han hecho inteligibles en una predicación árabe para gentes que saben (El Corán, op. cit., p. 446) Hemos facilitado la  Predicación por tu lengua (El Corán, op. cit., p. 466) y también Si hubiesemos hecho una predicación en lengua extranjera, hubiesen dicho: ¿Por qué no se nos han hecho inteligibles sus aleyas? ¿Es extranjero o árabe? (El Corán, op. cit., p. 450)

[27] Hemos mandado enviados de los que te hemos narrado anteriormente y enviados de los que no te hemos narrado (El Corán, op. cit., p. 134) Antes de ti hemos mandado enviados. Te hemos relatado los hechos de algunos de ellos; los de otros no te los hemos relatado. No es propio de ningún Enviado el traer una aleya si no es con el permiso de Dios. Cuando llega la Orden de Dios es que se ha decretado según la Verdad. Allí aparecen los falsificadores (El Corán, op. cit., p. 445)

[28] No muevas tu lengua, al revelar el Corán, para acelerar. (El Corán, op. cit., p. 555)

[29] Di: Lo hizo descender con verdad, el Espíritu del santo, procedente de tu Señor, para confirmar a quienes creen y como guía y albricia para los musulmanes (El Corán, op. cit., p. 274) Así te hemos inspirado un Espíritu de nuestra orden (El Corán, op.cit., p. 457)

[30] Hacer descender a los ángeles con el Espíritu de su Orden sobre aquel que quiere de sus servidores diciendo: ¡Amonestad! ¡No hay dios sino Yo! ¡Temedme! (El Corán, op. cit., p. 266) No hacemos descender los ángeles más que con la verdad (El Corán, op. cit., p. 261)

[31] Dí:¿quién se declarará enemigo de Gabriel, si es él quien, con permiso de Dios, depositó en tu corazón, ¡oh Profeta!, aleyas manifiestas, evidentes, y no las descreen sino los perversos (El Corán, op. cit., p. 67)

[32] Loado sea quien hizo viajar a su siervo, por la noche, desde la Mezquita Sagrada hasta la Mezquita más remota, aquella a la que hemos bendecido su alrededor, para hacerle ver parte de nuestras aleyas. Cierto, Él es el Oyente, el Clarividente (El Corán, op. cit., p. 67)

[33] Inspiró a su siervo Mahoma, lo que inspiró. El corazón de Mahoma no engaña acerca de lo que vio. (El Corán, op. cit. p. 495)

[34] El privilegio concedido a Mahoma, recibir las revelaciones de Dios, le convierte en el sello de los profetas. Es decir, ser el último de los profetas. Los anteriores habían hablado en nombre de Dios, pero el único que tuvo contacto con el Libro Sagrado fue Mahoma. Jesucristo, por ejemplo, para Mahoma no sería más que otro profeta, el segundo más importante después de él mismo, pero otro profeta al fin y al cabo.

[35] Mahoma, por el privilegio que se le concede de poder leer el Libro Sagrado, se convierte en el sello de los Profetas. Es el último profeta: los anteriores habían hablado en nombre de Dios, pero el único que tuvo contacto con el Libro Sagrado fue Mahoma. Para él, Cristo, por ejemplo, es un profeta más, un portavoz de Dios, el segundo en importancia después de él mismo.

[36] ¡Cumple la plegaria en los dos límites del día y en distintas partes de la noche! (El Corán, op. cit. p. 236) Tu Señor sabe que tú y un grupo de quienes está contigo permaneceréis rezando algo menos de los dos tercios o de la mitad o del tercio de la noche (El Corán, op. cit., p. 556)

[37] ¡Huid a Dios! Yo soy, para vosotros, un amonestador manifiesto. (El Corán, op. cit., p. 491)

[38] Di: Sólo se me ha inspirado que vuestro Dios es un Dios único. ¿Sois vosotros musulmanes? (El Corán, op. cit., p. 319)

[39] Si tienes duda de lo que te hemos hecho descender, interroga a los que antes que tú leían el Libro. (Con Libro se refiere, por supuesto, a las Sagradas Escrituras. Y los que las leen son, claramente, judíos y cristianos) La verdad procedente de tu Señor ha llegado. ¡No estés entre los escépticos! (El Corán, op. cit., p. 224)

[40] En su descripción del Juicio se han encontrado ciertas similitudes externas entre el Corán y las homilías de San Efrén, un predicador de la Iglesia siria. Tor Andrae cree que Mahoma, tras haber escuchado en cierta ocasión un sermón cristiano, habría utilizado elementos de su descripción para su propia predicación. Esta hipótesis, que no ha sido sostenida por ninguna prueba concluyente, no es suficiente para explicar el ardor y exaltación que animan los primeros capítulos del Corán. (D. SOURDEL, op. cit. P. 12)

[41] La Biblia recoge esta concepción del alma inmortal, En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta –pues tocará la trompeta-, los muertos resucitarán incorruptos, y nosotros seremos transformados. Porque es preciso que lo corruptible se revista de incorrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: La muerte ha sido absorbida por la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? (Sagrada Biblia, op. cit., p. 1452)

[42] Estos fenómenos psicológicos y fisiológicos, que se han apreciado entre otros que han creído ser los receptores de un mensaje revelado, no pueden ser valorados ni rechazados por argumentos racionales. (D. SOURDEL, op. cit., p. 11)

[43] Recordemos que la Meca había adquirido mucho prestigio debido al santuario que custodiaban, el templo cúbico de la Ka`aba. Por lo tanto, si se echa por tierra esta religión, las peregrinaciones al templo terminarían  y la Meca perdería la preeminencia que había alcanzado

[44] Dicen: si contigo seguimos la Dirección, seremos arrancados de nuestra tierra. ¿No les hemos instalado un santuario seguro al que llevan toda clase de frutos como lote procedente de Nos? Pero ellos, en su mayoría, no saben. (El Corán, op. cit., p. 370)

[45] Acordaos de cuando erais pocos, estabais humillados en la tierra, temíais que los hombres os exterminasen. (El Corán, op. cit., p. 193)

[46] Di: Se me ha prohibido adorar a quienes invocáis, prescindiendo de Dios. Di: NO seguiré vuestras seducciones; si lo hiciese entonces me extraviaría y no estaría entre los bien guiados… ( El Corán, op. cit., pp. 158-159)

[47] El viaje nocturno es una de las azoras del Corán, en concreto la XVII. Comienza así: Loado sea quien hizo viajar a su siervo, por la noche, desde la Mezquita Sagrada hasta la Mezquita más remota, aquella a la que hemos bendecido su alrededor, para hacerle ver parte de nuestras aleyas. Cierto, Él es el Oyente, el Clarividente… (El Corán, op. cit., pp. 277-286)

[48] El Corán, op. cit. p. 13.

[49] Los encontramos en la azora XLIII, en el apartado referido a la misión de Jesús. Así, dice: Cuando se pone de ejemplo al hijo de María, he aquí que tus gentes se apartan de él y preguntan: ¿Son mejor nuestros dioses o Él? No te lo dicen sino como argucia. Ellos son gentes que arguyen… (El Corán, op. cit., pp. 461-462)

[50] Este nombre procede de Madinat al-Nabi, la ciudad del Profeta.

[51] Si no auxiliáis al Enviado, sabed que Dios ya le socorrió cuando quienes no creen lo expulsaron junto con otro, Abu Bakú. Cuando ambos estaban en la gruta, he aquí que decía a su compañero: ¡No te entristezcas! Dios ha hecho descender su presencia sobre él y le ha auxiliado con los ejércitos que no veíais y ha puesto en el lugar inferior la palabra de quienes no creen, pues la palabra de Dios está en el lugar más alto. Dios es poderoso, sabio. (El Corán, op. cit. p. 204)

[52] Este grupo estaba formado por un gran número de personas pertenecientes a las tribus de los aws y jazrach, y por ciento cincuenta coraíxies creyentes que emigraron a la ciudad. Éstos últimos recibirían el nombre de muhachirún, los emigrados.

[53] Observad las plegarias y la plegaria intermedia. Satisfaced a Dios orando. (El Corán, op. cit. p. 85)

[54] ¡Oh, los que creéis! Cuando os dispongáis a hacer la plegaria, lavad vuestras caras y vuestras manos hasta los codos. Pasad la mano por la cabeza y por los pies hasta los tobillos. (El Corán, op. cit., p. 138)

[55] El cambio de dirección de la alquibla viene desarrollado en la azora II del Corán. Así, dice: Vemos tu rostro revolviéndose al mirar al cielo. Te volveremos hacia una alquibla con la que estarás satisfecho: Vuelve tu rostro en dirección de la Mezquita Sagrada. Dondequiera que estéis, volved vuestros rostros en su dirección… (El Corán, op. cit., pp. 72-73)

[56] Dios ha impuesto a los hombres el deber de la peregrinación al Templo para quien pueda conseguir un sistema de hacerla (El Corán, op. cit. p. 103)

[57] El número de meses, junto a dios, es de doce. Así está en el Libro de Dios desde el día en que creó los cielos y la tierra. Cuatro son sagrados: Ésa es la religión permanente. No os vejéis en ellos, pero combatid a los asociadores sin cuartel al igual que ellos os combaten sin cuartel: sabed que Dios está con los piadosos. ( El Corán, op. cit., p. 203)

[58] ¿No has visto a quienes se dio una parte del Libro? Compran el extravío y desean que vosotros equivoquéis el camino. Pero Dios conoce a vuestros enemigos y Dios es suficiente como amigo y basta como auxiliar. (El Corán, op. cit. p. 121)

[59] Aquellos a quienes les dimos el Libro, lo conocen igual como conocen a sus hijos. Ciertamente, una parte de ellos oculta la verdad, y ellos, lo saben. (El Corán, op. cit. p. 73)

[60] Entre ellos hay una parte que articulan mal con sus lenguas el Libro, a fin de que consideréis lo que recitan como parte integrante del Libro. Dicen: Ello procede de Dios, cuando ello no procede de Dios. Dicen la mentira contra Dios, y ellos lo saben. (El Corán, op. cit., p. 101)

[61] En  los judíos  y en quienes asocian encontrarás la más violenta enemistad para quienes creen. En quienes dicen: Nosotros somos cristianos, encontrarás a los más próximos en amor, para quienes creen, y eso porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no se enorgullecen. (El Corán, op. cit., p. 147)

[62] Hemos creado los cielos, la tierra y lo que hay entre ambos en seis días; no hemos sentido fatiga. ( El Corán, op. cit., p. 487)

[63] En el mes del Ramadán se hizo descender el Corán como guía para los hombres y pruebas de la Guía y de la Distinción. Quien de vosotros vea el creciente del mes, pues ayune; quien está enfermo o de viaje, ayunará un número igual de otros días. Dios quiere para vosotros lo fácil y no os quiere lo difícil. ¡Terminad el período de ayuno! ¡Ensalzad a Dios por lo que os ha dirigido! Tal vez seáis agradecidos. (El Corán, op. cit., p. 779

[64] B. LEWIS, op. cit., p. 51.

[65] Recordemos, por ejemplo, el pensamiento agustiniano. San Agustín es el padre de la separación Iglesia Estado. Para él, el gobernante tiene que inspirarse en los sacerdotes, pero sólo en lo espiritual, no en decisiones políticas, económicas… Ni el gobierno debe gobernar a la Iglesia (no es cesaropapista) ni la Iglesia al gobierno (por lo tanto no es hierócrata).

[66] Te preguntan por el mes sagrado, por la guerra en él. Responde: Un combate en él es pecado grave, pero apartarse de la senda de Dios, ser infiel en Él y la Mezquita Sagrada, expulsar a sus devotos de ella, es más grave para Dios; la impiedad es más grave que la lucha: no cesarán de combatirlos hasta que os hagan abjurar de vuestra religión, si pueden. Quien de vosotros abjure de su religión y muera, es infiel, y para ésos serán inútiles sus buenas acciones en esta vida y en la última; ésos serán pasto del fuego; ellos permanecerán en él eternamente. (El Corán, op. cit., p. 81)

[67] Ciertamente, quienes no creen en las aleyas de Dios, tendrán un castigo terrible. Dios es todopoderoso, vengador. (El Corán, op. cit., p. 94) Temed al fuego que se ha preparado para los infieles y  obedeced a Dios y al Enviado. ¡Tal vez seáis compadecidos! (El Corán, op. cit., p. 106)

[68] ¿No saben quien se opone a Dios y a su Enviado tendrá por morada el fuego del Infierno? Permanecerá inmortal en él: ésa es la enorme humillación. (El Corán, op. cit., p. 206)

[69] Para que creáis en Dios y en su Enviado, para que Le honréis, Le respetéis y Le loéis en la aurora y en el ocaso. (El Corán, op. cit., p. 480)

[70] Si volvéis ambas a Dios…, pues vuestros corazones se han inclinado; si os auxiliáis contra el Profeta…, Dios es su Señor, y Gabriel, el Justo de los creyentes y los ángeles; además, son sus ayudantes. (El Corán, op. cit., p. 535)

[71] De la misma manera que tu Señor te hizo salir de su casa con la verdad, mientras una parte de los creyentes rehusaban, de idéntica manera te discuten, Mahoma, acerca de la verdad, después de lo que se ha manifestado como si ellos fuesen conducidos a la muerte, mientras están a la expectativa… (El Corán, op. cit., pp. 192-193)

[72] Dios os defendió en Badr, cuando estabais humillados. ¡Temed a Dios! ¡Tal vez seáis agradecidos! Dios os socorrió cuando decías a los creyentes, ¡oh, Profeta!: ¿No os bastará con que vuestro Señor os auxilie con tres mil ángeles descendidos del cielo. (El Corán, op. cit., p. 106)

[73] Es interesante, para poner de manifiesto el oportunismo de Mahoma, hablar de los hipócritas e incrédulos. Las mayores dificultades en el seno de la comunidad islámica tenían su origen en la asistencia cotidiana de los fieles a las tertulias de los incrédulos y de los hipócritas, para beber y jugar. Por ello, poco a poco, Mahoma fue poniendo trabas sucesivas, (¡Oh, los que creéis! No os acerquéis a la oración mientras estéis ebrios, hasta que sepáis lo que decís; El Corán, op. cit., p. 121 o también Te preguntan sobre el vino y el juego de maysir. Responde: En ambas cosas hay gran pecado y utilidad para los hombres, pero su pecado es mayor que su utilidad; El Corán, op. cit., p. 82) que terminaron por impedir la asistencia de los creyentes a las bodegas.

[74] Por si interesasen estos datos históricos sobre los diferentes conflictos bélicos El Corán, op. cit., pp. 17-24)

[75] Jihad, en árabe, significa esfuerzo. Este esfuerzo se puede entender desde dos puntos de vista. Por una parte, el esfuerzo necesario para extender la fe islámica, incluso por la armas; por el otro, el esfuerzo interior que debe hacer el creyente por derrotar al demonio y el pecado, una lucha mística del alma con sus debilidades y vicios.

[76] Dios es, sobre toda cosa, omnipotente. Si quienes no creen os hubiesen combatido, hubiesen vuelto la espalda; luego, no hubieran encontrado ni amigo ni defensor, según fue, anteriormente, la costumbre de Dios. No encontrarás cambio a la costumbre de Dios. Él es Quien apartó sus manos de vosotros y vuestras manos de ellos en el valle de La Meca, después de que os hizo triunfar sobre ellos. Dios es clarividente respecto de lo que hacéis. ( El Corán, op. cit., p. 481)

[77] ¡Combatid a quienes no creen en Dios ni en el último Día ni prohíben lo que Dios y su Enviado prohíben, a quienes no practican la religión de la verdad entre aquellos a quienes fue dado el Libro! Combatidlos hasta que paguen la capacitación personalmente y ellos estén humillados. (El Corán, op. cit., p. 202)

[78] En los judíos y en quienes asocian encontrarás la más violenta enemistad para quienes creen. En quienes dicen: Nosotros somos cristianos, encontrarás a los más próximos, en amor, para quienes creen, y eso porque entre ellos hay sacerdotes y monjes y no se enorgullecen. ( El Corán, op. cit., p. 147)

[79] Tor Andrae resuelve esta aparente discrepancia, si se tiene en cuenta su simpatía innata para con los nesorianos, quienes estaban ya refugiados en la Persa sasánida; en cambio, inicialmente, parece que trató más a los monofisitas, que siempre le fueron antipáticos, al igual que los judíos. (El Corán, op. cit., p. 21)

[80] Este momento es clave para la jihad, ya que, a partir de la guerra con la Meca, Mahoma establece que la jihad, la Guerra Santa, es un esfuerzo para extender el Islam. Esto crearía una constante controversia entre los musulmanes, que quedarían divididos en dos posturas, la extremista, que creen que se debe extender el Islam por la fuerza de las armas, y los moderados, que sólo justifican el uso de las armas si han sido atacados primero. Creen que en aquella época la jihad sí estaba justificada, pero que, ahora, no.

[81] D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 37.

[82] Ibíd., pp. 40-41.

[83] B. LEWIS, op. cit., p. 57.

[84] Ibíd., pp. 57-59.

[85] D. SOURDEL, op. cit., pp. 17-18.

[86] Es equiparable al bautismo del Cristianismo

[87] De hecho, en el Islam que predicaba Mahoma no había mezquitas.

[88] De hecho, este es el gran problema del Islam. Esta religión no implica ninguna idea de paternidad divina, como si ocurre en el cristianismo, siendo Dios el Señor ante quien la personalidad del fiel no tiene existencia más que por una convención jurídica; se ha planteado, por ello, el problema de la devoción personal y de la vida interior. (D. SOURDEL, op. cit., p. 52)

[89] En el Corán son sólo tres veces. La obligación de las cinco oraciones se basa en la sunna.

[90] La introducción de este nuevo pilar responde a intereses políticos. Los Quraixíes, la aristocracia de la Meca, hizo un pacto con Mahoma por el cual estaban dispuestos a la conversión al Islam si éste bendecía la Ka`aba como pacto de Allah con los musulmanes y si introducía una peregrinación necesaria a la ciudad una vez  en la vida. Así se aseguraban de que, aunque se convirtieran al Islam, las peregrinaciones no terminarían, sino que aumentarían. Como vemos, este pacto beneficia a ambos. A los Quraixíes, que consiguen que la fuente de sus ingresos no se agote y a Mahoma, que pretendía islamizar Arabia entera.

[91] En él hay aleyas manifiestas: el lugar de Abraham; cualquiera que entre en él está seguro. Dios ha impuesto a los hombres el deber de la peregrinación al Templo para quien pueda conseguir un sistema de hacerla (El Corán, op. cit., p. 103)

[92] Para los chiíes habría un sexto pilar: creer en los imams.

[93] D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 134.

[94] Debemos tener en cuenta que, cuando Mahoma inició su misión, ni éste ni los musulmanes tenían aún una idea clara del desarrollo de la revelación, por lo que se aprendieron los versículos y azoras de memoria a medida que iban siendo reveladas. (El Corán, op. cit. p. 24)

[95] La misma tradición nos facilita datos que así nos lo confirman Cuando ponemos una aleya en el sitio de otra aleya –pues Dios sabe perfectamente lo que hace descender- dicen: Cierto, tú eres un falsario. ¡Al contrario! En su mayor parte no saben. (El Corán, op. cit., p. 274)

[96] No abrogamos una aleya o la hacemos olvidar sin dar otra mejor o igual. ¿No sabes que Dios es poderoso sobre todas las cosas? (El Corán, op. cit., p. 68)

[97] D. SOUDEL, op. cit., p. 40.

[98] El Corán, op. cit., p. 159.

[99] Quadar es la aplicación en el tiempo de un decreto universal y eterno.

[100] Recordemos que Muayiwa impuso su califato de forma unilateral, autoproclamándose califa y que con el comienza el califato omeya (661-750)

[101] Consideraban la Palabra de Dios del Corán, revelada en el tiempo y materializada bajo la forma de palabra que se escriben o se pronuncian, como contingente y creada. La Palabra de Dios no podía ser atributo eterno de Dios, ya que ello habría dado lugar a un asociacionismo.

[102] D. y S. SOURDEL, op. cit., p. 171.

[103] Cuando hablamos de secta, término que implica una cierta heterodoxia, es impropio de la época que nos ocupa, ya que, si en el siglo XV, el mundo musulmán se dividió en dos partes sensiblemente iguales, la más importante de las cuales, en la que reinaba el sunnismo, fue declarada como la única ortodoxa, los antiguos aspectos del Islam eran mucho más diversos y cambiantes y la noción de heterodoxia revestía entonces un carácter esencialmente relativo. (D. y J. SOURDEL, op. cit., p. 167)

[104] Los abasidas surgieron debido a disensiones internas dentro del partido de Alí. Cuando este se convirtió en el nuevo califa, cierto sector de la familia de los hachemíes creo un partido en torno a la figura de Aisha (la viuda del profeta más joven, la favorita) e Ibn Zubayr. Estos odiaban a Alí, debido a ciertas querellas familiares, por lo que optaron por el sunnismo a pesar de ser hachemíes.

[105] Probablemente, el hecho de que un hijo de Ali, Husain, contrajera matrimonio con la hija del último rey sasánida, tuvo mucho que ver con el éxito de este movimiento entre los iranios. (D. SOURDEL, op. cit., p. 76)

[106] Es aquel cuya venida esperan todos los creyentes al final de los tiempos.

[107] Toda la práctica y las declaraciones que hizo Mahoma a lo largo de su vida se conservan en forma de tradiciones (en árabe, hadit). Cada hadit individual es atestiguado por una serie de autoridades en forma de Oí contar a…quien lo oyó contar a…quien lo oyó contar a… quien oyó al Profeta decir. Pocos años después de la muerte de Mahoma se formó un amplio cuerpo de éstos, que abarcaba todos los aspectos de su vida y pensamiento.

[108] El principal problema para los chiíes era la designación del imán o del pretendiente del momento, la ausencia, en la familia islámica, de un principio análogo al del derecho de primogenitura en Occidente, daba lugar a discusiones, dudas y divisiones tras el fallecimiento de casa pretendiente. De acuerdo con una de las dos corrientes que no tardaron en esbozarse, el imán era nombrado por su predecesor a través de una designación testamentaria; según la otra corriente, el imán se imponía por sí mismo por sus propias cualidades. Esta distinción opondría el zaidismo del imanismo.

[109] Han llegado hasta nuestros días y encontramos representantes en Siria.

[110] Los nusaríes han llegado hasta nuestros días y sus representantes actuales son los alawitas de Siria.

[111] En un principio formaban parte del partido de Alí, pero acabarían separándose de éste. Durante una batalla entre Alí y Moawiya, éste último insertó coranes en las lanzas de los miembros de su ejército, por lo que Alí y sus partidarios, quienes se tomaban muy en serio el Islam, decidieron no atacar. Esto creó una disensión más en el seno de su partido, ya que cierto sector creía que Alí tendría que haber atacado de todas formas. Estos son los jariyíes.

Entrevista a un sacerdote

noviembre 8, 2006

 

Carlos Seco Fernández[1], sacerdote y catedrático de teología: “No estoy de acuerdo con el celibato en el sacerdocio”

         Carlos Seco Fernández estudió  teología en la Universidad de Salamanca y llegó a ser catedrático. A sus 55 años y tras muchos años de experiencia como sacerdote y profesor en diferentes universidades, nos habla hoy de su vida como pastor de
la Iglesia y de sus inquietudes teológicas. Trata de acercarnos a un mundo muy desconocido para muchos de nosotros y demostrarnos que el sacerdote “no deja de ser un ser humano normal con inclinaciones como el amor, una mujer, una familia” aunque esa carencia se supere “con verdadera vocación y convicción.”

¿Qué le llevo al sacerdocio?

-El deseo de trabajar por el Evangelio y por Jesucristo. Fue un proceso largo que se fraguó durante mi adolescencia. Ya a los doce o trece años Jesucristo me gustaba y me atraía. Entonces se me ocurrió la idea de ser sacerdote.

Y, ¿cómo conoció a Jesucristo?

-En primer lugar a través de la educación religiosa de mi familia. Después a través del colegio y de la parroquia.

-¿Qué le dijeron sus padres al enterarse de su decisión?

-Se sintieron muy alegres, satisfechos y orgullosos. Mis padres son muy religiosos y para ellos fue y sigue siendo una gran alegría.

-¿Ha notado que la gente se sorprende por su condición de cura?

-No mucho, pero alguna vez sí.

-¿No echa de menos tener una familia: mujer, hijos?

-En algún momento sí. Es lógico, ya que el sacerdote no deja de ser un ser humano normal con inclinaciones como el amor, una mujer, una familia. Se echa en falta, pero con verdadera vocación y convicción esa carencia se supera.

-Pero, ¿por qué se supone que un cura no se puede casar y tener hijos?

-Es una norma de la Iglesia que se introdujo en un momento determinado y que puede cambiar. No está en el Evangelio como exigencia obligada para el sacerdocio, para los apóstoles y sus sucesores. Es una decisión de carácter disciplinar que introdujo la Iglesia y que mantiene, aunque puede que algún día la suprima. ¿Por qué motivos? La razón más importante es que la vida sacerdotal es muy exigente y para llevarla a cabo con verdadera entrega es preferible no tener las obligaciones lógicas y la entrega natural que conlleva una familia que atender y que cuidar. Una familia haría más difícil la dedicación  plena del sacerdote.

-¿Alguna vez se sintió atraído por el género femenino?, ¿le costó mantener el celibato?

-El celibato se puede asumir con una fuerte motivación religiosa. El amor humano, a una mujer, no es el amor más grande que puede haber. Puede haber otros amores mayores; y por ese amor mayor se puede renunciar al amor de una mujer.

-¿Pero eso no significa que un sacerdote no se pueda enamorar de una mujer?

-Eso puede ocurrir. Se renuncia a una mujer por el celibato sacerdotal, por la consagración de la virginidad de los religiosos, pero eso no excluye la posibilidad de que en algún momento se conozca a una mujer hacia la cual se sienta una atracción afectiva. Eso es perfectamente normal. Simplemente significa que el sacerdote sigue siendo hombre.

-¿Salir del sacerdocio si te has enamorado es pecado?

-En algunos casos el abandono del sacerdocio puede ser una infidelidad a Jesucristo aunque no siempre. En algún caso es una situación, no me atrevería a decir de pecado, pero sí de contradicción religiosa.

-¿En qué caso?, ¿de que depende?

-Puede haber personas que hayan tomado la decisión de hacerse sacerdotes equivocadamente; gente que con toda su buena voluntad decidió embarcarse en la vida sacerdotal y descubre con el paso del tiempo que no es su camino. En ese caso, si tras unos años de experiencia en la vida sacerdotal se comprueba que no es la propia vocación, que esa persona reoriente su vida no creo que pueda ser una infidelidad, sino todo lo contrario. Pero si uno sigue queriendo el sacerdocio, sigue viendo que es su vida, que no debería renunciar a ello y que renuncia por el amor de una mujer o una familia, eso sí sería una infidelidad.

-¿Es malo el sexo?, ¿está justificado sólo para procrear?

-El sexo es bueno, es una cosa preciosa. El sexo es el lenguaje del amor y es el lenguaje con el que se expresan todos los que se aman sinceramente. Unas veces será para procrear y otras veces no. Por ejemplo, una mujer de 70 años que ya no puede tener hijos tiene relaciones sexuales con su marido y no con finalidad procreadora. La Iglesia nunca ha dicho que esto sea incorrecto. El sexo es el lenguaje del amor y todos los que se aman seriamente se comunican y realizan su amor a través de esa entrega.

-¿Se ha arrepentido alguna vez de su decisión?

-No. Se pueden vivir momentos tristes o duros, pero nunca me he arrepentido.

-¿Está de acuerdo al cien por cien con la doctrina de la Iglesia?

-No, y no tengo por qué estar de acuerdo. La Iglesia deja mucho margen de libertad a los cristianos. La Iglesia sabe que muchas de sus enseñanzas con el paso del tiempo ya no valen y vendrán otras enseñanzas nuevas. En la Iglesia hay un fondo de enseñanza que es unánime, universal y absoluto; pero luego hay otras más coyunturales que dejan de tener vigencia ya que estaban sujetas a una circunstancia histórica concreta. Habría que distinguir cuales.

-Un ejemplo de algo con lo que no esté de acuerdo

-Pues, por ejemplo, no estoy de acuerdo con el celibato en el sacerdocio. Creo que algún día la Iglesia cambiará esta normativa. Debería de estudiarse ya de una manera abierta. No digo que se cambie, pero sí que se estudie.

-¿Cómo se imagina a Dios? ¿Y la vida eterna?

-El mejor concepto que tengo de Dios es un tópico. Me imagino a Dios como un padre entrañable. No me lo imagino físicamente porque no creo que tenga forma física, es Espíritu. Respecto a la vida eterna, no me la imagino mucho. Sé algunas cosas: que es un estado de felicidad en la presencia de Dios con todos los seres queridos. Incluye la dimensión física del hombre a través de la Resurrección.  

-¿No le parece machista que sólo el hombre pueda realizar al Eucaristía?

-No. En mi opinión las razones que da la Iglesia son serias. Entre ellas que Jesús fue hombre, y no mujer, y la Iglesia entiende que el representante de Jesús, el sacerdocio, debe ser del mismo género que Éste. Y eso no es machismo. Por el hecho de que la mujer geste en su vientre no es superior ni inferior al hombre, simplemente diferente. Yo en este caso diría lo mismo: por el hecho de que sólo el varón presida la Eucaristía, no es inferior ni superior a la mujer, sólo diferente. Comprendo que las razones de la Iglesia cueste entenderlas. Le he dado muchas vueltas al asunto y creo que las razones que da la Iglesia tienen un peso, aunque se tardará en aceptarlas.

-¿Cree que hay personas dentro de las comunidades de religiosas que no están convencidos?

-Seguramente sí. Será para ellos penoso porque no están en su sitio adecuado. Tampoco para la propia comunidad religiosa es una cosa positiva.

-¿Ha tenido dudas de fé alguna vez?-Alguna vez sí, aunque pocas. De momento están superadas, pero a lo mejor vuelvo a tenerlas.-¿Qué opinión le merece un ateo?

-En principio merece respeto. Luego lástima, ya se pierde algo muy importante en la vida: la experiencia religiosa, la perspectiva trascendente. Un ateo no está disfrutando, no está experimentando algo muy importante: una fé, una esperanza, sentirse querido, una confianza, una energía espiritual, una comunidad de hermanos. Son realidades de las que un ateo no tiene experiencia y eso seguramente le esté quitando cosas valiosas: otra alegría, otra esperanza, otra certeza, otra seguridad. Por eso me parece una lástima y me gustaría compartir con él mi fé.

-¿Ha pecado alguna vez? ¿Sigue pecando?

-Sí, claro, muchas veces. Y sigo pecando alguna vez.

-¿Sólo se van a salvar los cristianos católicos?

-No, se van a salvar muchos más que no son cristianos. Musulmanes, protestantes, anglicanos… que sean fieles a su conciencia, a su verdad. Ahora bien, si conocen a Jesucristo y lo desprecian, están despreciando la Salvación.

-¿Se ha planteado que si usted hubiera nacido en Arabia Saudí probablemente ahora sería musulmán o en Inglaterra cristiano anglicano?

-Es posible que sí. Si yo nazco en Arabia Saudí y soy musulmán me pueden pasar dos cosas: que el Islam me parezca muy bien y que siga toda la vida como un musulmán convencido, pero también que con el paso del tiempo y pensando sobre mi religión, tratando de vivirla, me de cuenta de que no me convence.

-¿No le parece que la religión es un producto histórico?

-Tiene una dimensión histórica y cultural muy importante, pero no es lo más importante en la religión. En el cristianismo hay unos elementos históricos que son cambiantes, pero los elementos esenciales no son cambiantes, no son histórico-culturales, se han dado siempre. Son elementos netamente religiosos. El alma de una religión no es histórico cultural, es originaria. Aunque la Iglesia cambie los elementos esenciales no se alteran, ya que son una verdad religiosa firme y perenne.

-¿Le da miedo la muerte?

-Miedo no, pero un poco de respeto sí. Sin embargo un cristiano tiene una esperanza superior al temor que le causa la muerte. Al cristiano le duele y le preocupa la muerte, pero la fé y la esperanza en Jesucristo resucitado es más fuerte que todo esto.

 


[1] Esta entrevista fue un trabajo que entregué para una de las asignaturas de mi carrera con el permiso de esta persona. Sin embargo he cambiado el nombre del interesado porque no tengo modo de contactar con él para preguntarle si le parece bien que lo publique y tal vez no quiera que aparezca su nombre en
la Red.

La Escuela de Atenas

noviembre 7, 2006

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Se trata de un fresco pintado por Rafael por encargo del papa Julio II. Éste lo llamó por indicación de Bramante con carácter urgente, y Rafael abandonó Florencia, donde se encontraba en ese momento[1]. Julio II, que había ocupado hasta entonces las estancias de los Borgia[2] en el Palacio Vaticano, donde también había residido su predecesor Alejandro VI, decidió en 1507 trasladarse al segundo piso, situado justamente encima.[3] En este piso había una serie de salas que se encargaron decorar a Rafael. En 1509 Rafael empezó a pintar una de ellas, la Estancia de la Firma, Stanza della Signatura, que debe su nombre a las audiencias del tribunal pontificio, que se celebraban allí regularmente: la Signatura Iustitiae y Signatura Gratiae[4]. Se trata de una sala cuadrada con ventanas en dos de los lados mientras que los otros dos tienen paredes lisas, a propósito para una decoración. Y es precisamente en una de estas dos paredes lisas donde Rafael pintó la Escuela de Atenas, obra que analizaremos en este comentario[5].

 

Creemos necesario para la correcta comprensión de la obra explicar su ubicación, ya que forma parte de un pensadísimo plan de gran contenido conceptual[6] que parece ser que fijó alguien con gran cacumen metafísico[7], tal vez algún docto teólogo de la Curia romana[8]. El techo de esta sala había sido ya empezado por el Sodoma antes que Rafael se encargase de los trabajos; se le atribuye el sistema de división del techo, inspirado en los techos antiguos y la pintura del panel octogonal central. Grandes medallones nos muestran las alegorías de la Teología, divinarum rerum notia, de la Justicia, ius suum unicuique tribuens, (simbolizada por la espada y la balanza), de la Filosofía, causarum cognitio, (bajo los rasgos de Artemisa de Efeso, sentada sobre un trono) y de la Poesía, numine afflatur, coronada de laureles y provista de un arpa y un libro. Adjuntos a estos medallones están los paneles de ángulo, oblongos: entre la Teología y la Justicia está representada la Caída del Hombre, es decir, la representación del Pecado Original; entre la Justicia y la Filosofía, la escena del Juicio de Salomón; entre la Filosofía y la Poesía, una representación alegórica de la Astronomía, una persona que mira la esfera mundi; y entre la Poesía y la Teología, Marsias desollado por Apolo. Las figuras de los medallones hacen alusión a los diferentes dominios de la vida espiritual, humanista y cristiana, pero se relacionan ante todo con los grandes cuadros situados respectivamente debajo de ellos. Son como el título o pie que explica el contexto: la Teología se encuentra encima de La disputa del Santo Sacramento, la Poesía encima del Parnaso, la Filosofía encima de la Escuela de Atenas, la Justicia, finalmente, representada como una de las cuatro virtudes cardinales, está adjunta a las alegorías de la Fortaleza, de la Prudencia y de la Templanza, colocadas más abajo, por debajo de ella, en el muro[9].

 

¿Qué pretendía Julio II con esta composición? Deseaba ensalzar a través del arte la armonía entre la filosofía, los clásicos y la revelación de Jesucristo, la encarnación de la Verdad[10]. La encarnación completa la Verdad, esa Verdad que busca la filosofía. Las dos grandes representaciones de la Stanza della Signatura, la Escuela de Atenas[11] y la Disputa del Sacramento, demuestran la continuidad ideal entre pensamiento antiguo y pensamiento cristiano; las pinturas de los lunetos, con las alegorías de lo Bello (el Parnaso) y del Bien (las Virtudes), no sólo muestran cómo de esa continuidad deriva todo lo que es bueno y es bello en el mundo, sino también la necesidad de ambos valores por igual.[12]

 

Una vez explicado la importancia del programa iconográfico y el papel que juega La Escuela de Atenas en el mismo, pasaremos a ocuparnos de los aspectos formales de esta obra.

 

Se trata de una representación de los filósofos clásicos, en especial los griegos, alojados en un edificio abovedado, que simula un templo clásico, aunque no de época romana, sino más bien de tipo bramantesco. Es un espacio grandioso, de dimensiones colosales, donde cabe todo hombre. J. Hernández Perera dice que vemos un interior que ponen a Rafael al mismo nivel de Bramante como ideador de arquitecturas colosales[13] o H. W. Janson y A. F. Janson, que dicen que el edificio clásico de Rafael (…) inspirado por Bramante, parece una vista previa del nuevo San Pedro. Su precisión geométrica y grandeza espacial llevan al cenit la tradición iniciada por Massaccio, continuada por Domenico Veneziano y Piero della Francesa y transmitida por Rafael por su maestro Peruggino[14]. Vemos como Rafael se vale de la pintura para crear una arquitectura fingida. J. C. Argan nos da también su opinión sobre el templo clásico que ha utilizado Rafael para acoger a sus filósofos. Dice así, no hay paisaje, porque la naturaleza es revelación; hay una solemne arquitectura, porque la sabiduría griega es, en su totalidad, una construcción del pensamiento humano. Las personas son concebidas a escala de la arquitectura, monumentales. Hay sólo una perspectiva, a lo largo de un eje central: es la perspectiva racional, que corresponde a la “lógica” que, no siendo revelación, es la única guía de este pensamiento. Sin embargo, se sugieren las perspectivas de los cuerpos laterales: el esquema de este espacio, que debe plantearse como absoluto equilibrio de valores, es un esquema en cruz, como el de san Pedro de Bramante. Y pretende se un edificio “renacido”, del mismo modo que la sabiduría de los pensadores de la Antigüedad se ha visto “renacida” a través del pensamiento y de la doctrina cristiana[15].

 

Dentro de este templo clásico vemos dos hornacinas que contienen estatuas gigantescas. Una de ellas es Atenea, la diosa de la inteligencia, y la otra Apolo, dios de las artes y de la música. Estos dos dioses, que defienden el templo desde sus nichos, están acompañados de relieves. Debajo de Apolo el del rapto de las nereidas, una escena mitológica que representa a hombres desnudos raptando mujeres. El mensaje que Rafael pretendía transmitir con ello era que la inteligencia somete a los instintos.

 

En el centro de la composición vemos a Platón, con barbas, ya anciano, que contrasta con Aristóteles, en el apogeo de su fuerza corporal[16]. Platón lleva el Timeo en una mano, mientras señala el cielo con la otra. Esto es porque su filosofía se centra en la idea, es más metafísica, quiere abarcar el cosmos. Sin embargo Aristóteles, que lleva la Ética, señala la Tierra con un bello escorzo, ya que su filosofía se basa en la observación de la naturaleza y del hombre mediante la razón. Pretende organizar el mundo con su pensamiento. J. Hernández lo expresa así Platón, mano alzada a las Ideas y Aristóteles, con su además empirista de la palma de la mano abierta hacia el pavimento[17]. Alrededor de estos dos maestros aparecen, bien en grupos o bien solos, diferentes personajes, que representan movimientos de la filosofía griega, árabe etc. Algunos están escuchando lo que discurren en diálogo apasionado los dos maestros. Algo apartado, a la izquierda (a la derecha de Platón), Sócrates, con facha de Sileno, platica con un grupo mixto de gentes de la calle, las que él acostumbraba a tratar[18]. Uno de los oyentes, vestido de militar, debe ser Alcibíades. Diógenes está tirado en el suelo, como un perro tomando el sol. Los otros son fáciles de identificar; los describieron con sus nombres escritores contemporáneos: Epicuro, Aristipo, Pitágoras, que está escribiendo, tras él una persona con un turbante, Averroes, que parece espiar lo que éste está haciendo, Arquímedes, Tolomeo con una bola, Zoroastro, Heráclito apoyado sobre un codo, Euclides, con un grupo de discípulos, trabajando con el compás [19]etc. Es interesante comentar que Rafael se ha atrevido a poner a los diferentes personajes rostros de hombres contemporáneos. Platón, por ejemplo, no es otro que su maestro, Leonardo da Vinci, Heráclito Miguel Ángel[20], Euclides Bramante. Introdujo también personajes de la época, como Francisco María delle Rovere, un nombre de origen florentino, que aparecerá bastante en las pinturas de Rafael, que nos mira, consiguiendo introducir al espectador en el cuadro. E incluso se autorretrató. Se trata del personaje con un bonete negro, al lado de Tolomeo, en una esquinita, sin darse importancia, acorde con su temperamento. Aparece en el grupo de Bramante.

 

Todos los personajes que reúne esta escena interior son los representantes de la Filosofía y de las Artes Liberales que han sido añadidas desde la Antigüedad: Gramática, Retórica, Dialéctica, Música, Aritmética, Geometría y Astronomía. Rafael caracteriza los diferentes tipos de sabios, distingue con agudeza sus propios temperamentos y las mímicas designan también a veces la particularidad de sus enseñanzas[21]. La energía expresiva, el poder físico, y el agrupamiento dramático de sus figuras nos hablan de un Rafael que debía de haber visto ya la Bóveda Sixtina, a punto entonces de finalizarse. Pero, vemos que Rafael no se limita a tomar prestado del maestro Miguel Ángel un repertorio de gestos y poses; cuerpo y espíritu, acción y sentimiento, se equilibran en él armoniosamente, y todos los elementos de ese gran conjunto juegan su papel con una claridad magnífica y llena de intención[22]. Más que el espíritu de la Bóveda Sixtina sugiere el de la Última Cena de Leonardo, ya que cada filósofo revela “la intención de su alma” por el ritmo formal con que se relacionan individuos y grupos.[23] Es además impresionante el equilibrio que consigue entre las dos mitades del fresco, a pesar de que a primera vista parezca que la distribución de los grupos sea arbitraria, sin normas ni reglas. La perfección de la composición escénica es innegable. Todo ello lo consigue mediante la alternancia constante e inagotable de los motivos móviles e inmóviles, los giros, los portes de las cabezas y las miradas tensas.[24] Es además admirable como consigue crear espacio mediante los diferentes personajes, no sólo con la masa, sino también con el color. Pongamos un ejemplo: Diógenes, el personaje tirado en la escalinata, en una posición natural y rebuscada el mismo tiempo, está creando espacio con su diagonal y con el azul de su túnica, que acompasa diferentes azules que equilibran y decoran la composición.

Con este análisis hemos pretendido demostrar que esta obra no es sólo inigualable en cuanto a composición, color, perspectiva etc. sino también por el profundo mensaje que codifica.

Bibliografía

ARGAN, J. C., Renacimiento y Barroco II. De Miguel Ángel o Tiépolo, Madrid, Akal, 1999.

GOMBRICH, E. H., Imágenes simbólicas. Estudio sobre el arte del Renacimiento II, Madrid, Debate, 2001.

HERNÁNDEZ PERERA, J., Renacimiento (II) y Manierismo, en Historia Universal del Arte, VI, Barcelona, Planeta, 1988.  

HEYDENREICH, L. H. y PASSAVANT, G., Renacimiento italiano 1500-1540. La época de los genios, Madrid, Aguilar, 1970.

JANSON, H. W. y JANSON, A. F., Historia del arte para jóvenes, Madrid, Akal, 1988.

NIETO ALCALDE, V., y CHECA CREMADES, F., El Renacimiento. Formación y crisis del modelo clásico, Madrid, Istmo, 1980.  

PIJOÁN, J., Renacimiento romano y veneciano. Siglo XVI, en Summa Artis, XIV, Madrid, Espasa-Calpe, 1966.


[1] J. HERNÁNDEZ PERERA, Renacimiento (II) y Manierismo, en Historia Universal del Arte, VI, Barcelona, Planeta, 1988, p. 126.

[2] Las estancias de los Borgia habían sido decoradas de forma erudita y suntuosa por Pinturicchio, para su antecesor Alejandro VI; (J. HERNÁNDEZ PERERA, op. cit., p. 126.)

[3] L. H. HEYDENREICH y G. PASSAVANT, Renacimiento italiano 1500-1540. La época de los genios, Madrid, Aguilar, 1970, p. 199.

[4] Ibíd., p. 199.

[5] J. PIJOÁN, Renacimiento romano y veneciano. Siglo XVI, en Summa Artis, XIV, Madrid, Espasa-Calpe, 1966, p. 376.

[6] E. H. GOMBRICH dice que no es posible fragmentar la Estancia sin destruir por completo su significación simbólica y artística. (E. H. GOMBRICH, Imágenes simbólicas. Estudio sobre el arte del Renacimiento II, Madrid, Debate, 2001, p. 88.)

[7] J. PIJOÁN, op. cit., p. 377.

[8] J. C. ARGAN, Renacimiento y Barroco II. De Miguel Ángel o Tiépolo, Madrid, Akal, 1999, p. 45.

[9] L. H. HEYDENREICH, op. cit., p. 201.

[10] Recordemos que con el pontificado Julio II (1503-1513) se inicia el ciclo de la Roma clásica. Este papa no sólo quiere ser el sucesor de San Pedro sino el sucesor de los mismo emperadores romanos. Es decir, ser un nuevo césar cristiano y un papa emperador. Promoverá una serie de creaciones artísticas desde nuevo planteamientos formales, en el que el Clasicismo se convierte en la cultura oficial del papado. Ligado a lo anterior nos encontramos con la idea de concordatio entre cultura clásica y cultura cristiana. El clasicismo se convierte en el lenguaje oficial de la Iglesia. El arte asume una función doctrinal, emblemática y simbólica del prestigio y del poder; (V. NIETO ALCALDE y F. CHECA CREMADES, El Renacimiento. Formación y crisis del modelo clásico, Madrid, Istmo, 1980, pp. 211-213.)

[11] La Escuela de Atenas es una clara exaltación de la filosofía como búsqueda de la Verdad. Ya lo griegos se dieron cuenta de que mediante la razón se podía explicar el mundo, se podía buscar esta Verdad. Esta obra pretende ser la glorificación del saber humano, complementada por La Exaltación de la Eucaristía, otro de los frescos de Rafael, que se encuentra precisamente enfrente de La Escuela de Atenas.

[12] G. C. ARGAN, op. cit., p. 45.

[13] J. HERNÁNDEZ PERERA, op. cit., p. 126.

[14] H. W. JANSON y A. F. JANSON, Historia del arte para jóvenes, Madrid, Akal, 1988, p. 226

[15] J. C. ARGAN, op. cit., p. 47.

[16] J. PIJOÁN, op. cit., p. 382.

[17] J. HERNÁNDEZ PERERA, op. cit., p. 126.

[18] Así debieron de ser los diálogos de Sócrates

[19] J. PIJOÁN, op. cit., p. 382.

[20] Rafael ha elegido un personaje solo, pensativo, como Heráclito en este cuadro, para retratar a Miguel Ángel. Probablemente esto se debe a que Miguel Ángel fue un hombre solitario. J. Pijoán cree que Rafael, en un momento de entusiasmo para Miguel Ángel, que acababa entonces la bóveda de la (Capilla) Sixtina, quiso rendirle homenaje poniéndolo entre los más grandes pensadores de la Antigüedad. (J. PIJOÁN, op. cit., p. 382.)

[21] L. H. HEYDENREICH, op. cit., p. 203

[22] Rafael tiene un estilo diferente a Miguel Ángel, a pesar de que podamos encontrar semejanzas. Miguel Ángel, por ejemplo, contrae el espacio para acrecentar la potencia de las figuras, mientras que Rafael engrandece las figuras proporcionalmente al espacio arquitectónico y, por tanto, compensa y reduce a equilibrio la tensión miguelangelesca. (G. C. ARGAN, op. cit., p. 47.)

[23] H. W. JANSON y A. F. JANSON, op. cit., p. 226.

[24] L. H. HEYDENREICH, op. cit., p. 203.